Mi padre (1922-1998) fue abogado, educador y defensor de los derechos humanos. Nunca fue antifamilia y antivida, discurso que actualmente se está forzando en el mundo entero, también por organizaciones que se dicen a favor de los derechos humanos. A mediados de julio, el CELS se adhirió a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que impulsa una reforma legal que despenalice y legalice la interrupción voluntaria del embarazo.
Unos días antes, Emecé publicó La vida de Emilio Mignone: justicia, catolicismo y derechos humanos , por Mario del Carril. En esa biografía se entrevé que papá no estaba a favor del aborto, sino que defendió, con sus aciertos y errores, principios cívicos, cristianos y de familia. Hilda Sábato escribe en el prólogo de ese libro que Mignone estuvo siempre "anclado en algunos valores básicos de matriz cristiana".
Horacio Verbitsky es el presidente del CELS, y en la presentación de la biografía dijo: "Nosotros somos herederos" [de Emilio]. Y añadió que querían "llevar adelante el legado que nos dejó". Señaló después: "En el CELS seguimos la línea de Mignone. No tenemos que hacer ningún esfuerzo por adivinarla, porque él la dejó por escrito".
Mis tres hermanos sobrevivientes y yo donamos al CELS todos los documentos de nuestro padre sobre derechos humanos: dudo que se encuentre en esas miles de páginas la justificación de leyes abortistas.
Me causaría mucho dolor que se abusara del nombre de Emilio Mignone y que la institución en que dejó buena parte de sus fuerzas y entusiasmos se abocara a algo tan opuesto a lo que él y mi madre (también cofundadora del CELS, junto con otras siete personas) pensaban.
La biografía cuenta que papá y mamá tuvieron cinco hijos. Al fallecer la esposa de un tío nuestro, cuatro primos vinieron a vivir con nosotros. Un niño de la villa del Bajo Flores, que era ahijado de mi hermana Mónica (detenida-desaparecida por la dictadura) vivió durante varios años con mis padres, cuando nosotros, sus hijos, ya habíamos crecido.
El punto de inflexión de la vida de mis padres fue el 14 de mayo de 1976, cuando militares -que después supimos que eran de la Marina- se llevaron a Mónica (a la Escuela de Mecánica de la Armada, y a una muerte desconocida, comparable con la interrupción de embarazo). El resto de sus vidas fueron dedicadas, primero, a buscarla, y después a tratar de evitar que otras vidas pudieran desaparecer injustamente. ¿Se puede pensar que ellos quisieran que vidas inocentes se truncaran en el seno de sus madres? ¿Qué decir de la búsqueda de mis padres, y de tantos otros, de niños nacidos en cautiverio y no entregados a sus parientes? ¿No sería un contrasentido reivindicar sus derechos y al mismo tiempo defender el aborto?
Hace 35 años que no vivo en la Argentina; y no hablo de política. Pero sigo el pensar y el sentir ético de mis padres al predicar como sacerdote, y también al escribir, como ser humano, sobre el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Hay poderosos grupos de presión y personas dentro de instituciones internacionales que promueven una suerte de neocolonialismo demográfico. "No les damos dinero para el desarrollo si no promueven el aborto", es su argumento. Muchas veces personas y grupos son instrumentalizados para tratar de imponer el aborto a poblaciones que no lo quieren.
"La vigencia del tipo penal lo que procura es mantener el control social sobre las mujeres y perpetúa los efectos aberrantes que tiene la criminalización del aborto sobre la vida y la salud de las mujeres que se enfrentan a un embarazo no deseado. La falta de un debate serio y profundo sobre esta cuestión sólo muestra el desinterés por la vida y la salud de las mujeres, y sobre todo de las más pobres. Lo que logra la penalización del aborto es remarcar las desigualdades en la sociedad", señaló la abogada Lourdes Bascary, del CELS.
¿La mujer? Medios como The Economist señalan que el aborto en China y la India ha llevado al genocidio de docenas de millones de niñas. Además, no hay duda de que en muchos casos, en cualquier país, la mujer es llevada a abortar por el varón, por presiones "machistas".
Mi padre fue un gran inconformista. Pienso que muchos debemos serlo cuando otros intentan arrollar el derecho a la vida. Continuar el legado de papá significa defender tanto al detenido-desaparecido como al niño -¡y a la niña!- por desaparecer.
No quiero dejar de añadir que rezo a diario por todos los argentinos: por mis padres y aquellos que los hayan tratado injustamente; por mi hermana Mónica, junto con aquellos que la torturaron y mataron; por las mujeres que sufren, por sus victimarios, y por los que promueven el aborto. Pero aclaro que si el CELS lo promueve, no sigue el ideario de mis padres.