DE ESO NO SE HABLA
El representante de las FARC - asesinos seriales y sistemáticos que cebados en la sangre de sus compatriotas colombianos, amenazan con extenderse al resto del continente - Joaquín Calderón, según nos anoticiamos por el diario La Nación, sigue entre nosotros más o menos pública y oficialmente. Acaba de dar una conferencia auspiciado por los grupúsculos de izquierda que actúan en la universidad de Mar del Plata.
Lo hizo sin inconvenientes y por cierto no necesitamos gastar nuestra imaginación para suponer la temática abordada: como se dijo en otro número de OTROSI, es algo más que un "ministro plenipotenciario" (lo que de suyo sería gravísimo tratándose de una organización que combina la producción masiva e indiscriminada de muerte con el tráfico millonario de drogas) sino un provocador y un "legalizador" de las prácticas cruentas del terrorismo.
Pero no es esto lo más asombroso; lo que sí resulta conmovedor es la indiferencia y, en especial, la inmunidad con que se mueve, actúa, hace declaraciones y, claro está, negocia con algunos (no se sabe cuales pero muchos de primera línea como el ex presidente Alfonsín) miembros de nuestra plástica clase política. A propósito ¿qué negocian, sobre qué hablan, sobre qué se ponen de acuerdo? ¿Qué se proponen hacer el día de mañana, qué tienen en común, los políticos y gremialistas argentinos que apoyan comparten su metodología e ideario? Nos va eventual y literalmente la vida en saberlo.-
La buena y golpeada señora Elena Cruz por muchísimo menos mereció el destierro político y la lapidación pública. Es seguro que detrás de ella no hay ningún movimiento criminal ni ninguna filosofía perversa, ninguna forma de antinaturaleza, ningún afán destructor. Pero ella no existe más y no podrá volver a la escena mediática ni artística ni políticamente: desapareció.
En cambio ¡qué distinto el trato que se le da a Calderón, que viaja y es recibido en palacio y en sus anexos, nadie lo denuncia, nadie se indigna por su presencia ni por su verba. No teme tropezar con un doctor Monner Sanz que lo arrastre ante algún tribunal de esos que le darían 48 horas para reflexionar. Nada de eso. Confundido, entremezclado y formando parte ya de nuestra partidocracia que lo admite y protege, nada ha de temer. El actual orden judicial argentino parece haber sido hecho para él.-
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LAS CONSTANTES DE UN APELLIDO O LA IMAGINACIÓN AL PODER
Es difícil sino imposible explicar y explicarse la actuación, tan inédita como insólita, de la jueza GARZON de Lascano que se considera en aptitud de suprimir la libertad de varios hombres - que, aunque le moleste y la sorprenda, son sus semejantes y compatriotas - aunque sea por un corto tiempo, para que "reflexionen".
A esta altura no interesa demasiado saber en qué texto legal se basa ni en qué construcción jurisprudencial se refugia para proceder como lo hizo y como, aparentemente, está dispuesta a seguir. Hoy en todas las esferas del país - aun en las más comprometidas con esa tramposa multivocidad que se llama "derechos humanos" - se entiende que esta suerte de justicia virtual, aparente, farisaica, toscamente arbitraria, terminó en un delirante y patológico manipuleo de seres humanos y de principios básicos.
Si se mira un poco a fondo, más allá del asombro y de la indignación, se comprobará que no es solo el destino de estos desdichados soldados víctimas de la arbitrariedad lo que está en peligro: es el país todo, es la sociedad, es el orden institucional, somos todos y cada uno de nosotros las mismas potenciales víctimas de tanto abuso.
Jueces así y fallos como éstos destruyen no sólo la confianza en el Estado en general y en el poder judicial en especial sino el sentido de seguridad jurídica que debe sostener a los ciudadanos para una convivencia racional.-
Ese es el gran riesgo que encierra este tipo de decisiones judiciales: tanta arbitrariedad, tanto exceso, tanto gusto en remover un pasado del que se sabe no podrá concluirse ninguna sanción penal sino - en todo caso, apenas y forzando los hechos- una de carácter moral, pone en colapso integramente a todo el ordenamiento institucional y aun social argentino.
A partir de aquí todo será posible porque el Estado - por la vía de lo inexplicable e injustificable - ha roto sus propios límites de contención, ha avanzado sobre la sociedad y comenzó a construir un derecho marginal, paralelo, de facto, que nadie - o muy pocos, los iniciados - conoce, un derecho que puede variar, adaptarse, distorsionarse según las inclinaciones y necesidades de su ejecutor (o ejecutora).
Es decir, un derecho que es, en realidad, su opuesto y su negación, si se prefiere seguir con la idea de lo que hasta hace poco se llamaba "derecho justo". Pues bien, toda esa tradición, toda esa riqueza acumulada -por supuesto, con sus puntos oscuros, marchas y contramarchas, sus adquisiciones y sus pérdidas- está a punto de ser echado por la borda.
De prosperar o de repetirse comportamientos como los de Córdoba el país quedará a merced de los devaneos temperamentales, del ansia de vedetismo de cuanto personaje se empeñe en saltar a la luz pública a cualquier precio, estará sujeto a las inspiraciones ideológicas, a los títeres que se dejan manejar desde las sombras, a los impulsos de quienes no sólo no acatan las leyes sino que las modifican e interpretan en función de motivaciones que conservan "in péctore".
En fin, un desastre se aproxima o se anuncia desde la adopción de medidas como éstas en las que se castiga a quienes ejercen un derecho constitucional que, por lo demás, es rigurosamente respetado para los auténticos delincuentes, comunes o subversivos.
Más irritativo aun es,aparte de la injusticia en sí, la hipócrita razón invocada para justificar la detención, una invitación a reflexionar; si hasta suena a burla. Pero no es una burla, es una afrenta no sólo a los perjudicados sino al sentido común.
¿Porqué suponer que los militares citados necesitaban de ese plazo para mejor pensar su resolución de no declarar? ¿No hay aquí una especial - aunque no muy refinada - perversidad, una voluntad de persecución, un deseo de mortificación, una vocación de ensañamiento?
¿No está la señora GARZON de Lascano en condiciones de abandonar su puesto y de ser sometida a un juicio político por "exceso de subjetividad" y de "hipersensibilidad constitucional" al obligar a sus presos a reflexionar sobre la actitud que deben adoptar en los juicios que se les sigue?.-
Hablamos en serio. Hablemos en serio. El Estado de Derecho, que tanto se pregona y en el que tanto se confía, ha empezado a resquebrajarse o, mejor dicho, ha acelerado su ruina con magistrados como ésta y algunos más que, aparentemente, han decidido ponerse al frente de un movimiento izquierdista que sea simultáneamente "políticamente correcto"; porque perseguir, humillar, practicar actos improcedentes que bordean lo vesánico es, a su criterio, lo que corresponde para satisfacer a la nueva ortodoxia que reclama justamente eso: hacer del derecho un medio para otra cosa y no un fin en sí mismo como debiera, un instrumento no ya para castigar delitos ciertos o no sino para atender vindictas bajo la inspiración de ideólogos y estrategas que, cerrados los caminos racionales y jurídicos intentados antes, han hallado en esta insólita búsqueda de "la verdad histórica" una última posibilidad para satisfacerse.-
Temblemos ante estos jueces devenidos historiadores que empeñan sus esfuerzos en objetivos por completo fuera de su competencia jurisdiccional y de su esfera profesional como es la determinación de lo ocurrido en el pasado y el esclarecimiento de acontecimientos que ya no pueden ser juzgados.
Se han erigido de esta manera en "super jueces" que no reconocen fronteras para su accionar en el tiempo ni en el espacio y pareciera que incluso pueden incursionar en lo más recóndito del alma humana. Y a todo esto ¿para qué investigar "la verdad histórica", con qué propósito, con qué resultado, para beneficiar a quien, para castigar a quien?
Sea lo que fuere de lo que se trate en estas tan extrañas causas, bien o mal, todas ellas se encuentran resueltas judicialmente desde hace mucho tiempo ya por prescripción, ya por indulto o amnistía, ya por cosa juzgada. Intentar esta nueva vía significa que se pretende eludir principios fundamentales del derecho (en rigor, los subsistentes después de las reformas procuradas por los humanistas de los derechos humanos), cambiar el frente de ataque para lograr por un flanco lo que no se pudo frontalmente, esto es mediante juicios serios llevados a cabo en tribunales competentes y con mayor seriedad (no siempre serenidad) que la que proporcionan los actuales GARZONES en actividad.
O sea que mediante pronunciamientos como estos que comentamos se ha abierto un nuevo fuero no previsto por nuestras leyes. Esperemos que la aparición de estos pesquisadores del pasado (por falta de utilidad de estas intervenciones judiciales, técnicamente se podría decir que se está ante causas abstractas) no pretendan proyectarse hacia el futuro de modo que estos renovadores magistrados lleguen a indagar en el porvenir de cada uno de nosotros.-
Si de Estados Unidos se ha dicho que es el gobierno de los jueces, de la Argentina a partir del 2000 se puede sospechar que es su tiranía.-
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DOBLEMENTE EXPLOTADOS
La pobreza en la Argentina (y, en general, en todos los países sometidos a la competencia del FMI) es acuciante, progresiva, está a la vista de todos, es obscena; consecuencia -¡qué duda cabe!- de los crueles programas de achicamiento y reubicación que marcan las potencias centrales. Lo cierto es que la pobreza transformada en miseria se extiende por todo el territorio argentino y arrasa no ya con la dignidad sino que hace imposible la satisfacción de las mínimas necesidades. Todo esto es certísimo y escandaloso.-
Pero también lo es el hecho que a esa explotación salvaje - cuya responsabilidad última no es difíícil determinar: recae en los ideólogos y beneficiarios del Nuevo Orden Económico locales y del exterior - se añada la de su aprovechamiento inescrupuloso, mercenario, calculado, por parte de la izquierda rearmada que utiliza a las víctimas de ese hipercapitalismo mundialista como soldados involuntarios de un nuevo terrorismo convirtiéndolos así en sus propias víctimas.
De esta manera viene sucediendo en Perú, Colombia, Ecuador y Méjico donde al pobre se lo utiliza más como un instrumento que como a un despojado, más como un objeto que como un sujeto. No se busca su reivindicación sino su rebelión ni tampoco resolver ni siquiera paliar sus problemas sino, por el contrario, llevarlos al paroxismo: no se los ama sino que se los usa. La izquierda también los explota con la misma desaprensión pero con peor intención.-
Es lo que está ocurriendo simultáneamente en el norte y en el sur del país, con los mismos métodos, los mismos agitadores, idénticos reclamos, similar problemática. Sería ingenuo separar estos ramalazos de violencia - que fuerzan a las autoridades a adoptar medidas de violencia que inevitablemente ahondarán los conflictos hasta extremos inadministrables - de las olas que vienen cubriendo a los vecinos. En especial Brasil donde la agitación manejada por la izquierda ha sabido incluir en un solo movimiento exigencias y requerimientos de antigua y nueva data desde los étnicos hasta los religiosos y sociales dinamizándolos para realimentar de esta manera los enfrentamientos algunos seculares y otros recientes, unos ciertos y otros inventados.-
¿Gimnasia previa entre nosotros para aplicar esta nueva gran estrategia que viene cubriendo el continente? La intransigencia de los piqueteros resulta, aparte de justificada en la medida en que lo es, sugestiva así como la espectacularidad de los procedimientos y declaraciones. Algunos de ellos son repugnantes como colocar chicos y mujeres entre hombres armados que a cada rato amenazan con entrar en acción mientras provocan mediaticamente a las fuerzas de represión. Saben que van a conseguir poco y que, contrariamente a sus expresiones, no se obtendrán soluciones de fondo porque, sencillamente, el gobierno - éste o cualquier otro - no está en condiciones de suministrarlas.-
La izquierda lo sabe y se mueve con una gran dosis de cuidada y bien tramada irracionalidad para empujar a los pobres - que merecen justicia y ayuda, no violencia suicida - hacia la desesperación en la que nada y todo es posible. A esta izquierda que amenaza con volver a las armas la denuncian las circunstancias mismas. Los sociólogos saben bien que la reacción, por más justificada y fundamentada que sea, nunca es espontánea; necesita una cierta organización, determinados canales de reunión y de explosión, cierta disciplina que unifique la indignación y las pretensiones y hasta una cierta mística que no proviene de una sumatoria de broncas individuales. Siempre hay alguien detrás que maneje, para bien o para mal, ese cúmulo de energías que la marginación alimenta, explica e inclusive justifica.-
Por su parte, la otra izquierda, la que llegó al poder por elecciones y lo disfruta, habiendo renunciado explícitamente a su antiguo ideario revolucionario para adoptar un programa como el liberal socioeconómico que lo contradice en su totalidad y punto por punto, se ve enfrentada con la misma tensión que muchos de los actuales gobernantes supieron crear a los gobiernos anteriores, constitucionales o no. Y tiene o tendrá que recurrir (si las cosas escapan a su control) a las mismas respuestas. Lo que indica que la represión de otrora no fue tan insensata ni innecesaria como su humanismo lo señala y como ella denuncia.-
La conclusión es que la actual e insoportable injusticia que atraviesa al país es fomentada por la izquierda que ocupa el poder y usufructuada por la que no lo ocupa; ninguna sabe - ni se propone - remediarla arrastrando a la Argentina a un verdadero callejón sin salida en el que el pobre continuará siendo la víctima propiciatoria en cualquiera de los dos altares.
Hay algo peor, mucho peor que la causa justa sin defensa, es la tramposamente invocada, la maliciosamente manipulada, la desaprensivamente manejada ¿Quién es más perverso, el sistema que cierra las fuentes de trabajo o los tácticos que usufructúan el dolor de los desempleados?
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EL CASO DEL GENERAL BUSSI
Por fin la izquierda agazapada en el interior de la clase política y representada como ningún otro segmento en la Cámara de Diputados, se dio el gusto de rechazar al general Bussi elegido que fue por el pueblo de Tucumán en comicios que nadie impugnó. Concretamente se trató (y se consiguió) de impedir el ingreso de un representante en un cuerpo que cada vez más acentúa su condición de oligarquía y que, como tal, se muestra dispuesta a cerrarse sobre sí misma.
Nunca se había decidido a proceder como lo acaba de hacer, actuar como un juzgador de quien fuera designado por la "voluntad soberana del pueblo" ¿O es que no es así? ¿Hay en nuestra actual democracia, algo superior a esa instancia?
Nosotros ciertamente no creemos (apoyados como estamos a este respecto en la Doctrina Social de la Iglesia, digan lo que quieran los monseñores que piden perdón más a siniestra que a diestra, no se sabe porqué ni a quien) en semejante democracia que no se pone límites. Pero lo que asombra - y sobre esto queremos llamar la atención - es la contradicción en que incurren estos legisladores tan hipersensibles en ocasiones y tan rudos en otras, cuando se arrogan la facultad de decidir en lugar o en contra de la voluntad manifestada indubitablemente por el "soberano", es decir cuando abrogan abiertamente una decisión proveniente de una instancia que, en su teoría, es el nivel máximo del poder.
Ahora, en cambio, tenemos que por encima se halla la voluntad de los electos y no la de los electores. Se saltean con impávida serenidad un principio que funciona como un verdadero dogma de la doctrina democrática vigente. Para ello se basan en un texto que establece que la Cámara es la encargada de juzgar los títulos de sus miembros (art. 64 de la Const. Nac.) que tiene la ventaja para ellos de ser amplio e impreciso porque no fija las razones por las que un electo puede ser rechazado; de esta suerte cualquier motivación, por arbitraria, falsa, antojadiza o subjetiva que sea puede servir de fundamento y excusa para impedir una incorporación no deseada. Que es el caso a que nos referimos.-
Para ir de lleno a la verdad de lo sucedido y de las intenciones de los legisladores, hay que decir que el grueso de las inculpaciones dirigidas contra el general Bussi se refiere a su actuación como represor de la subversión en el frente tucumano, provincia de la cual habría de ser dos veces gobernador, la primera de facto y la segunda electivamente (y una tercera vez también fue ungido mandatario, sólo que el fraude a favor del justicialista Ramón Ortega se lo impidió). No hay que dar más vueltas al asunto, el diputado electo Bussi no fue admitido - o sea fue condenado - por su calidad de militar que venció al terrorismo, a la izquierda armada. No fue otro su pecado.
Ahora se invocan presuntas violaciones a los derechos humanos nunca acreditadas. Usó, sin duda, la fuerza - como que estaba en una guerra - aunque al respecto cabe recordar que al momento de hacerse cargo de ese frente ya la conflagración propiamente militar estaba en su tramo final; no obstante continuaban los ramalazos en forma de acción psicológica y de otros diversos modos de infiltración en la sociedad tucumana (ya que esa izquierda armada nunca desapareció sino que se prolongó y transmutó bajo otras apariencias y métodos, hasta hoy como lo prueba esta decisión).-
En todo caso no pesa sobre el general Bussi condena alguna por tales presuntas violaciones de manera que los basamentos del dictamen de la comisión que lo rechazó y la final de la Cámara carecen por completo de fundamentación jurídica y fáctica. Se está, pues, ante un abuso que, para peor, incurre en contradicción consigo mismo.
Asimismo - y es bueno que los políticos lo tengan bien cuenta - se abre una posibilidad, que se aproveechará en cualquier momento, de rechazar a quien se quiera, todo abuso será en adelante viable a partir de semejante antecedente: el triunfo de la minoría sobre la mayoría.-
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