"OTROSÍ" NRO. 6 Octubre de 1998
"SOLDADOS Y MILICIANOS"
Continuamos con la descripción del perfil del terrorista, no solo porque interesa desde el punto de vista psicológico -donde se demuestra hasta que límites puede llegar una acción psicosocial apropiadamente aplicada junto con la presión emocional de una ideología que todo lo tiene resuelto de antemano y que, por lo mismo, todo lo exige- sino porque la formación de un guerrillero revolucionario es de suma importancia para comprender el fenómeno terrorista en sí y en su desenvolvimiento.-
Leamos con atención el siguiente texto: "Un nuevo hombre ha sido concebido: el revolucionario profesional, un hombre que se considera a sí mismo como descartable, que sigue ciegamente al líder y a la línea del partido y que si es necesario matar , hará trampas y hasta asesinará para alcanzar su objetivo. Carece de patriotismo y de piedad; su única fe es la Revolución misma y en esto es fanático". (Stan Mowehead "La Revolución Rusa").-
Insistimos en que la primera condición del militante revolucionario, luego de la de su fanatismo irracional, consiste en ser, actuar y sentirse como un miliciano, un miliciano que oscila entre el apóstol y el homicida y entre el mártir y el verdugo. Por eso es que la primera dificultad con que tropezaron las fuerzas del orden ante el nuevo e inesperado fenómeno de la Guerra Revolucionaria que asoló al país en los 60' y 70' fue no contar con esos milicianos, sino con soldados profesionales, acostumbrados y formados para pelear en el marco de determinadas reglas legales y de honor.
El ejército que no pudo resolver el enigma de la Esfinge perdió la guerra como le ocurrió al francés que reacciona demasiado tarde; el que descifró acertadamente la cuestión alcanzó la victoria, como las Fuerzas Armadas argentinas. Esta victoria se consiguió a partir de la adopción de una nueva mentalidad: el soldado preparado para librar una guerra convencional no resultaba apto para enfrentar a la revolucionaria porque le faltaba mística y convicción; no bastaba ya con el patriotismo ni con la buena preparación técnica.
En la nueva batalla ante el nuevo enemigo debía incorporar el elemento ideológico, que consistía en la creencia firmísima en la bondad de la causa que defendía, esto es que libraba una guerra justa contra un enemigo inédito, inescrupuloso y que, por principio, había renunciado a las leyes de la guerra civilizada (en la medida en que esto es posible).
Hubo de hacer frente a un movimiento que hizo del terror su método e, incluso, su fin. ¿Cómo derrotarlo? Convirtiendo al soldado en un miliciano capaz de enfrentar a otro en la convicción que del resultado de la guerra así empeñada nacería un mundo u otro completamente opuestos.-
"LOS DOS DEMONIOS"
A continuación transcribimos un editorial de "La Nueva Provincia" de Bahía Blanca, el diario de mayor influencia del interior y, posiblemente, el más independiente del país.
Está redactado con términos claros, precisos, sin elusiones y casi tampoco con adjetivaciones. En su espléndida claridad se limita a recoger los hechos del reciente pasado describiendo el exacto panorama de los años del terror provocado por las bandas marxistas y paramarxistas; no agrega nada nuevo en rigor, pero al presentar aquellos hechos que hoy tantos se empeñan en negar y otros tantos en olvidar, responde a una necesidad dialéctica y política impostergable que hoy se encuentra sin satisfacer por la acción de comunicadores cómplices o timoratos:
Consumada la derrota de la guerrilla marxista a manos de las FF. AA., por el aniquilamiento de su poder de combate, sus jefes resolvieron desde sus refugios en el extranjero proseguir la lucha pero ahora disfrazados de pacíficos ciudadanos y por los medios que la democracia brindase.-
Con la inauguración del gobierno de Raúl Alfonsín, seguros de que no serían acusados ni investigados por los delitos cometidos, fueron regresando uno a uno al país y se aplicaron a dar visos de legitimidad o a fabular en torno a sus altas finalidades, sin mencionar obviamente los medios de que se valieron.-
Llegaron, inclusive, hasta reconocer los errores en que habían incurrido pero examinada atentamente la presunta confesión al pronto se advirtió que no comportaba arrepentimiento alguno por la sucesión de crímenes y atrocidades perpetradas sino tan solo por el hecho, de suyo comprobado e innegable, que resultó mal calculado el desafío lanzado a las fuerzas del orden.-
De esta tesitura no se han apartado hasta ahora. No lo hicieron ni siquiera cuando el jefe del Estado Mayor del Ejército General Martín Balza, admitió culpas que no eran tales, rebajando indebida e innecesariamente a sus subordinados y a la institución que representa, por ingenuidad o por lo que fuese.-
Antes de semejante desatino, ya una justicia federal nombrada por el gobierno mencionado y a su servicio, se dedicó a perseguir exclusivamente a los militares, como si fueran ellos y no los subversivos quienes desataron la guerra sin reglas. Y aquellos políticos que se habían vinculado o coqueteado con la guerrilla, secundado como abogados defensores o amparados desde organismos diz que interesados en los derechos humanos, vieron la ocasión de redimirse también ellos de su encubierta complicidad.-
Para este objeto era preciso comenzar por rescatar a sus protegidos de las infamias en que habían caído. Pero como, por entonces, ellas todavía estaban frescas en la memoria de la población, se inventó una teoría conforme a la cual en nuestro país habían actuado "dos demonios", el de la subversión y el de la represión.-
Era un comienzo para ir olvidando paulatinamente lo que habían sido y lo que habían dejado en víctimas y en daños irreparables para la sociedad argentina, las bandas que practicaron el asesinato indiscriminado contra quienes las combatían y contra quienes no lo hacían, pues de lo que se trataba y a lo que apostaba el insensato plan subversivo consistía en rendir a todos por el terror, policías, gendarmes, militares y civiles.-
Hoy diríase que nada de esto ha ocurrido en la Argentina. Si atendemos a las manifestaciones de los principales partidos y de los dirigentes políticos y, como reflejo natural de ellas, a la crónica generalizada de la prensa, deberíamos convencernos que la guerrilla fue un espejismo o un hecho efímero y sin consecuencias graves en la vida nacional.-
Y de que, en cambio, sí hubo una dictadura militar siniestra y sanguinaria que sin motivo y solo para imponer su ley , con saña y crueldad se lanzó contra todo asomo de protesta o de oposición, practicando un desaforado "terrorismo de Estado". No, obsérvese bien, el terrorismo como arma de ese gobierno sino, lisa y llanamente, del Estado. La idiotez ha cundido como tantas otras pero no porque sean idiotas sus designios ocultos.-
Lo que se busca con ahínco es el desquite por la derrota en el terreno del combate, trasladándolo al de lo político y cultural. La dictadura ideológica que la subversión pretendió fundar fue un delirio, así como la idea perversa e ilusa de llegar a aterrar a quienes tienen por oficio el entrenamiento en el ejercicio del coraje. Pero la táctica de infiltrarse en los cenáculos intelectuales, en los organismos de difusión y en las grandes agrupaciones partidistas, como lo enseño Gramsci, no está en absoluto descaminada.-
Es la falsa historia que ahora cuentan los cabecillas ayer prófugos así como los que proveían la logística a los combatientes, los que administraban los dineros acumulados por millones en los secuestros extorsivos, en suma todos aquellos que escaparon ilesos por no arriesgar su pellejo.-
Quienes al menos supieron jugárselo, miraban a esta tropa como la indiada a la chusma que seguía al malón. Pero hoy la chusma desdeñada se ha instalado en posiciones públicas importantes de influencia, dispone de influencias a la vera o en el poder, maneja dineros misteriosos y prosigue la guerra por otros medios más idóneos, más insidiosos y, fuera de toda duda, más eficaces que los del "Che" Guevara o Santucho.-
Una guerra cuyos objetivos se hallan en nuestros días acompasados a la democracia y al fracaso del comunismo internacional, que se nutre del mismo rencor contra las tradiciones cristianas argentinas, contra el orden establecido, contra los preceptos morales y religiosos y, desde luego, contra las Fuerzas Armadas, las que perciben como el núcleo organizado pese a todo todavía en pie, donde perviven esos valores.-
De ahí esta continuidad, cobrarse día tras día alguna pequeña venganza mientras llega la otra, la definitiva. No debe asombrarnos, entonces, que un grupo de diputados del FREPASO se afane por la derogación de dos leyes que han dejado de producir efectos. O la enmienda al gazapo jurídico persista en otro, la anulación de las mismas leyes por un acto del Poder Legislativo.-
Ha de saberse que en materia de teología los ideólogos del marxismo han aprendido mucho y admiten ya que no puede haber dos demonios sino uno solo como siempre se supuso, y éste en Argentina se encarnó en los militares. En cuanto al otro, o nunca existió o no se da con el rastro que merezca un mínimo recuerdo. Es lo que más conviene a quienes fueron los camaradas de los subversivos y hoy son sus herederos y albaceas.-
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