"OTROSÍ" NRO. 3 Junio de 1998
"EL TERRORISTA"
Nos habíamos propuesto tratar de descifrar la naturaleza y el perfil del terrorista, que es un misterio psicológico puesto que su personalidad exige y supone una previa deformación casi total de su organismo moral y una destrucción de los principios más básicos y espontáneos con que la criatura humana viene dotada desde su aparición.-
El terrorista, pues, no nace sino que se hace. ¿ Quien lo hace? Un grupo de ideólogos de la más feroz calaña cuya primera preocupación (la otra es su formación "técnica" como tal) consiste en diseñar en el joven que cae en sus manos un nuevo ordenamiento político e intelectual basado, a su vez, en una nueva jerarquía de valores y de objetivos; de allí en más su vida y sus energías deberán transcurrir de acuerdo a una axiología radicalmente opuesta a la que lo venía inspirando y por la que se manejaba (principios innatos o adquiridos, inculcados por la familia, recibidos por tradición, etc.). No se olvide que, según la filosofa más segura, el hombre se encuentra inclinado naturalmente hacia el bien y que cuenta para ello con la razón que le permite discriminar entre el bien y el mal adoptando uno u otro en el ejercicio de su libertad. Este mecanismo del alma es metódica y cuidadosamente destruido o alterado a los fines de fabricar un terrorista cuyo primer deber y primera función es colocar el concepto y el éxito de la Revolución por encima de cualquier otro sentimiento, compromiso y anhelo. El hijo dejar de serlo y pasar a odiar al padre y el padre a su hijo; el marido a su mujer y viceversa; el alumno al maestro y recíprocamente; el amigo al amigo ... Ya nada ser igual para el terrorista ni para el mundo que lo rodea, que se convierte así en la primera víctima del sistema que lo ha captado.-
Se le enseña a matar antes que nada pero no solo como una práctica sino como la aceptación de una ideología y como un verdadero acto de liberación: los lazos que lo unían a su familia y a su grupo se debilitan hasta desaparecer e, incluso, volverse insoportables y hasta ilegítimos. Toda su conciencia es captada por la pasión revolucionaria y todo en su conciencia le debe quedar sometido.
En la historia de la subversión argentina los ejemplos son múltiples, elocuentes y dolorosos. Esto es asombroso pero no improvisado y es repugnante pero no irrealizable.
En cierto sentido se comprende que un joven dedicado día y noche a la práctica del terror tenga que ser y sentirse completamente libre de ataduras morales y sociales que, en algún momento, puedan inhibirlo en sus obligaciones revolucionarias. No puede arrepentirse por su violencia sino por el error de haber disparado mal o de haber intentado un acto frustrado; no puede permitirse debilidades ni concesiones a la moral burguesa; tiene que aprender a olvidar o, llegado el caso, a sepultar sus tendencias afectivas. Básicamente tiene que aprender a odiar sin causa concreta ni motivo cierto. Este es el primer paso en la pedagogía revolucionaria: transformar la disconformidad en odio, el rechazo de un régimen en el deseo de su destrucción. ODIAR EN ABSTRACTO al comienzo para terminar odiando a cada uno de los individuos que le fueron marcados como sus enemigos. Volveremos para releer el Catecismo de Bakunin que en rigor es una obra del demonio de escalofriante vigencia.
"EL PAPA Y LAS 'MADRES' DE PLAZA DE MAYO"
No desconocemos la importancia de la manifestación del Papa Juan Pablo durante el rezo del Vía Crucis el viernes de Semana Santa. Allí oró, entre otras intenciones, por el dolor de las madres y abuelas de Plaza de Mayo, lo que debe ser entendido cuidadosa y lealmente para establecer su significado correcto y no dejarse llevar por interpretaciones mal intencionadas ni precipitadas.-
No disimulamos tampoco la delicadeza del asunto, en primer lugar -claro- para los católicos que han de sentirse, por lo menos, confundidos. Pero también para los que no lo son: los críticos y las víctimas de cualquier religión que sean o de ninguna, del proceso terrorista que aun se cierne sobre América así como sobre otras latitudes. Hay quienes (como Hebe de Bonafini que se adhirió con inédito fervor a las palabras del Sumo Pontífice olvidando que no mucho tiempo atrás lo llamó "cerdo") que se apresuraron a manipular la oración papal extrapolándola de su marco religioso y espiritual para insertarla - con su consiguiente rédito terrenal - en una consideración política, groseramente política. ¿ Es licito este paso de una esfera a la otra? ¿ Que consecuencia, en todo caso, se debe extraer de esta actitud del jefe de la Iglesia descontada que, sin duda, se trata antes que nada de la efusión caritativa de su corazón?
Se han de tener en cuenta las circunstancias de hecho y de derecho en que se hizo la suplica por las señoras que lloran sus muertos subversivos. Existe un antecedente cercano que no debe olvidarse para interpretar el episodio adecuadamente; es el de la subrepticia introducción de las cabezas de esas organizaciones de "derechos humanos" (que continúan siendo terroristas) en una audiencia papal del año pasado por mediación de los obispos Karlic y Cassareto. Juan Pablo, sorprendido, les dedicó unos pocos segundos, apenas si formuló algún obvio comentario de circunstancias y no dio muestras -ni entonces ni después- de conocerlas ni siquiera de haber oído hablar de ellas.
Esto nos lleva a preguntarnos si esa oración fue leal -en el sentido que el Papa sabia por quien y, sobre todo, porqué‚ rezaba- o, si por el contrario, le fue deslizada en el discurso. Al respecto no se olvide que las meditaciones que se leyeron en el Vía Crucis habían sido encargadas a un teólogo no católico y sumamente comprometido con el ideario progresista. El sí sabia lo que‚ ponía en el texto, su significado y la utilización que las izquierdas de todo el mundo -armadas y desarmadas- podían extraer de esas palabras puestas en la boca de uno de los hombres m s escuchados en Occidente. ¨Sería mucho suponer que se lo utilizo con malicia al Primado de Roma y se abusó indecorosamente de una ceremonia tan solemne como la indicada, el día en que se memora la Crucifixión del Señor?
¨Se justifica - más allá de lo imprudente de la selección del redactor - una referencia a un grupo de mujeres que sin tapujos militan en la izquierda y que en modo alguno se han arrepentido?. Por el contrario, su actividad -que se extiende por todo el mundo donde cuenta con los m s influyentes contactos- es cada vez más agresiva y desafiante y, con toda evidencia, procura honrar a los terroristas muertos o desaparecidos como si fuesen héroes y víctimas de no se sabe que tiranía. Pues bien, estas mujeres -movidas de comprensible dolor- ¨merecen un trato especial y, por así decirlo, privilegiado de parte de la cúpula de la Iglesia como si ellas actuasen SOLO sostenidas por ese dolor? ¿No se advierte que las omnipresentes madres y abuelas siguen apañando no la memoria de sus hijos sino la acción criminal de estos? Es suficientemente descriptivo de la índole de estos grupos el hecho que hayan incorporado como asesor jurídico y como figura emblemática a un confeso doble parricida. ¿ No hay otras madres, esposas, hijas, por las cuales también rezar y que esperan ser tan comprendidas como las otras y que no merecen ser olvidadas como lo son?.
Desde otro punto de vista, hay que afirmar que SIN DUDA ALGUNA el Papa, al hablar así de ninguna forma comprometió su magisterio infalible y ni siquiera lo rozó, porque actuó en el caso como un sacerdote que, simplemente, hizo conocer sus particulares intenciones de un modo publico por lo que de ninguna manera, directa ni indirectamente, obliga a los fieles a compartirlas. Esto es muy importante comprenderlo y aceptarlo así como queda dicho porque se ajusta del modo más completo a la doctrina de la Iglesia. Al respecto el magisterio de la Iglesia es abundante, clarísimo e indiscutible, en especial a partir de la declaración dogmática del Concilio Vaticano I que no hace más que aplicar y legislar lo que desde siempre interpretó la Iglesia acerca de la advertencia evangélica: "Dad a Dios lo que es de Dios y a César lo que es de César" (Mt.22,15-21).-
Obviamente que no podemos permitirnos la ingenuidad, la facilidad ni la hipocresía de dar por terminada la cuestión con un razonamiento como este por correcto que sea. Manifestaciones como la que comentamos, se quiera o no, provocan confusión en unos y satisfacción en otros. Porque una oración como la que comentamos -descontando su sinceridad- es una expresión que no discrimina entre el dolor merecido y el inmerecido ni entre el que se asume con resignación cristiana y el que se maneja como herramienta de reivindicación del crimen, entre el dolor callado que se vive como una penitencia y el que se hace ostensible y publicitario, entre el que se satisface con la justicia o inclusive, con el perdón y el que exige venganza, entre el que busca olvidar y unir y el que reabre sin piedad las heridas e insiste en ahondar los odios.-
Por lo tanto debemos declarar con el mayor y más respetuoso énfasis que, en la práctica, las intenciones del Sumo Pontífice corren el riesgo -y así ha ocurrido- de ser mal e indecentemente utilizadas. En alguna medida podría entenderse que la recepción del dolor de las madres y abuelas de Plaza de Mayo, tal como se llevó a cabo, podría legitimar el accionar de sus hijos, un comportamiento que fue criminal y anticristiano.
No puede quedar lugar para equívocos en una problemática tan especial y de tanta trascendencia que, por lo demás y como vemos, continúa abierta y dolosamente vigente.
Estas señoras deben ser comprendidas en su dolor pero no apoyadas en sus estrategias.
Antes que nada cabe esperar de ellas una muestra sincera y convincente de arrepentimiento, acorde con su declamado dolor.
Nada parece indicarlo. Por el contrario, no pierden ocasión ellas ni el aparato publicitario que las apoya y acompaña para reivindicar directa o indirectamente, explícita o implícitamente aquellas políticas terroristas que ensombrecieron y aun lo siguen haciendo la convivencia argentina.-
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