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jueves, 22 de octubre de 2009

"OTROSÍ" Nro. 17 – diciembre de 1999 EL CASO DEL BALCON USURPADO

"OTROSÍ" Nro. 17 – diciembre de 1999

EL CASO DEL BALCON USURPADO

Apenas terminada la ceremonia de transmisión del gobierno del Dr. Menem al nuevo presidente Fernando de la Rua, tuvo lugar un episodio breve y que pasó desapercibido pero que tiene, a nuestro criterio, una significación no desdeñable en medio de lo desopilante que fue.-

Nos referimos a la aparición, por cierto que a pedido de nadie, de dos de los habitualmente derrotados pero que, inexplicablemente acceden a espacios cada vez más importantes de poder, Carlos Alvarez y Rosa Castagnola de Fernández Meijide.

Ninguno de los dos - y menos aun sus auxiliares Flamarique e Ibarra - tienen votos propios; son minoritarios tanto por su ideología como por sus proyectos y personalidades; su inserción en algún sector del electorado - crudamente limitada por la general Paz como ocurre desde siempre con toda manifestación de izquierda - obedece a un bien montado aparato mediático que sustituye a la realidad social.

Pues bien, con astuto sigilo y como quien no quiere la cosa, estos marginados del voto popular se deslizaron al balcón histórico desde donde otros caudillos más genuinos supieron enardecer a la multitud que se apiñaba a sus pies.

Esta fue en el fondo una parodia destinada más a obtener una imagen triunfalista (que no les correspondía en derecho) que a satisfacer su ego; un ego por otra parte bastante lesionado si es que fueran capaces de analizar objetivamente sus trayectorias políticas y sus performances electorales.

Alvarez fue puesto a dedo por De la Rua para completar la fórmula, sin consensos ni internas, en virtud de acuerdos secretísimos y por lo tanto antidemocráticos; Fernández Mejide venía de ser derrotada sin atenuantes en la provincia de Buenos Aires.

Ninguno de los dos, entonces, debió haberse asomado al balcón para saludar a una reunión de personas convocadas para celebrar la victoria de otro.-

Fue un operativo pensado, no espontaneo, con algo de ficción y mucho de hipocresía que les permitió a estos líderes de la izquierda urbana y universitaria (en nuestro país no hay otra) ilusionarse con un contacto multitudinario irreal, una trapisonda lúdica destinada a transmitir hacia afuera la impresión que son gobierno y hacia el interior su voluntad de serlo.-
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LA TRIPLE DERROTA

Tres son las sufridas por Montoneros, la fuerza subversiva más activa e importante de todas las que participaron de la Guerra Revolucionaria.

La primera de estas derrotas fue, obviamente, la militar: sus paródicos soldados cayeron en lucha abierta y en lucha subterránea, terrenos ambos elegidos con entera libertad por ellos mismos y según su conveniencia estratégica. De este primer descalabro - que es de donde derivan sus enconos y artilugios dialécticos - no vamos a hablar porque sería recorrer una crónica criminal bastante bien conocida por protagonistas y estudiosos aunque tantos simulen ignorarla.-

En cuanto a la segunda derrota aparece muy bien retratada en el libro "Montoneros, soldados de Perón", de Pablo Giussiani, ciertamente un trabajo insospechable al que conviene volver cada vez que se desee conocer o recordar el perfil ideológico y especialmente humano del montonero; un perfil radicalmente patológico signado, como dice el autor, por la soberbia, una soberbia enfermiza, inescrupulosa y asesina que, sin embargo, disponía de la suficiente cuota de astucia como para que sus jefes se pusieran a salvo cuando las circunstancias se les volvían peligrosas (no vacilando en entregar a sus "soldados "en caso de conveniencia "revolucionaria").

En este caso el fracaso montonero consistió en su incapacidad insuperable (como la experiencia propia les indicó) para convocar a las masas obreras o, simplemente, para insertarse en ellas donde casi no reclutó militantes.

En esto consistió tanto su error táctico y estratégico como su perversidad de comportamiento y de inteligencia. No sabemos que alguna vez lo hayan reconocido expresamente, pero el hecho es que actuaron y se sintieron como la "élite" de la revolución que proclamaban y que aspiraban a protagonizar con exclusividad.

En otras palabras quisieron cumplir la función que la teoría marxista-leninista adjudica al partido comunista como vanguardia de la clase proletaria.

Sólo que en una y otra hipótesis - singularmente en la Argentina - la tan sufrida clase obrera desconoció su empeño y buenas intenciones, les volvió la espalda y jamás dio la más mínima muestra de sentirse representada, favorecida ni protegida por esa banda de criminales seriales.

Más bien lo contrario: aun en los casos en que por una acción de violencia montonera recibieron alguna ventaja - el secuestro de un funcionario de una empresa que rechazaba las demandas de su personal en huelga, cediendo sólo después del secuestro de uno de sus principales gerentes - los trabajadores de hecho quedaron desplazados del ejercicio de sus propias reivindicaciones.

Montoneros se superponía trabando los reclamos de obreros y empleados que distaban de ser revolucionarios. No había tremendismo en los mismos y eso disgustaba y desairaba a los subversivos que no procuraban justicia sino renta política, no actuaban por amor sino por especulación mediática. Eran burgueses disfrazados de proletarios.-

La tercera derrota es la actual, la que vienen sufriendo aunque, paradójicamente, los haga felices: es la ocupación de puestos, ciertamente bien pagos, de primero, segundo y tercer nivel de los tres poderes en los dos gobiernos de Menem y en el que se inicia del Dr. De la Rua.

Nos lo recuerda una también insospechable y burlona Viviana Gorbato que estudió y dedicó un libro sobre tan afortunados aventureros, inspirado en el título anterior aunque cambiando la tesis, "Montoneros, soldados de Menem". Allí se detiene a describir las andanzas de los antiguos terroristas y los entrevista procurando, quizá, explicarse ella misma tan cínico periplo.-

Porque, en efecto, es de admirar la frialdad, entre estúpida y cruel, con que los asesinos de ayer disfrutan de su burocratismo de hoy sin que ninguno se muestre no digamos arrepentido ni siquiera obligado a justificar tanto cambio en tan poco tiempo.

Es un libro que merece ser leído porque revela el grado de perversidad (si se quiere frívola) a que puede llegar el ser humano, una perversidad gratuita y sin razón, como si se tratase de un fin en sí mismo o de un deporte, de una actividad que interesa sólo mientras se la practica y que se extingue cuando se la abandona, una violencia de inspiración ideológica pero que no compromete humanamente.

No importa el dolor causado, las vidas tronchadas, la desarticulación producida en la sociedad; todo fue un juego, nos vienen a decir, el error de los militares fue tomarlo en serio.

Ahora la cosa terminó; verdad es que desde el punto de vista de los principios proclamados no se consiguió absolutamente nada y tal vez nunca se propusieron seriamente lograr algo: aquella pretensión de instalar el Hospital de Niños en el hotel Sheraton no pasaba de ser una frase rimada, no un programa sincero a llevar a cabo alguna vez y en rigor todo su declamado revolucionarismo -que quería ser heroico y no pasaba de histriónico- constituía una feroz estolidez que por cierto y lamentablemente cobró vidas ajenas y propias.

Un tremendismo apabullante y mediático que se jugó sin piedad ni grandeza en cualquier lugar del pais y en el que los espectadores fueron obligados con frecuencia a ser actores pasivos y con más frecuencia, víctimas.

Ahora, cumplido el ciclo de las matanzas y secuestros, se los quiere también como testigos y víctimas de su supuesto martirologio ¡Pero todo fue una broma! ¿Cómo recordarlo, entonces?

Mejor olvidar para que la comedia continúe y así los falsos héroes de ayer puedan ser las falsas víctimas de hoy; pero así como antaño no fueron soldados, hogaño no son más que burócratas avispados, burgueses hipócritas (como lo fueron siempre, desde el inicio de sus fatídicas aventuras) que buscan en el olvido y en la deformación de la memoria colectiva la discreción que les permita sobrevivir sin sufrir la justicia merecida y prosperar en el interior del mismo estado que se propusieron destruir.-

Tamaña insensatez, semejante cobardía, tanta inútil vesanía para rematar en este presente tonto y sin remordimientos, he aquí la tercera derrota de los Montoneros. Es probable que ellos no lo entiendan así y que sean felices a su manera porque encaran esta nueva etapa de sus vidas como la continuación y fractura de aquella travesura transgresora que iniciaron como una estudiantina alegre, pueril e irresponsable y que tanto dolor desencadenó en el país; actúan y se muestran como el borracho que se despierta después de una noche de juerga y que apenas si se preocupa por sacarse de encima la vidriosa resaca que lo envuelve, un pasado cercano en el tiempo pero lejano en la memoria. Lo que pasó, pasó, lo que se hizo, se hizo y a nadie se le reconoce el derecho de pedir cuentas.-

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CORRIENTES ES UN ANTICIPO

Muchas son las reflexiones que merece el caso Corrientes; la falta de espacio, la inmediatez de los hechos, la escasez de información confiable, la confusión interesada con que el episodio fue transmitido por los medios, nos impiden adelantar un análisis de lo acontecido ni de lo que vendrá.

Fuera de nuestro enfoque queda el estudio de las causas mediatas e inmediatas de los desórdenes y enfrentamientos entre las cuales las más evidentes son la sucesión de oligarquías provinciales y nacionales en el gobierno de Corrientes a cual más corrupta y perversa, la subsistencia de caciquismos antisociales y anacrónicos y una situación económica cada vez más deteriorada.

Pero lo que resulta innegable y cargado de sentido es la actuación protagónica de los activistas de izquierda, los mismos que parecen resurgir del pasado con la misma ferocidad y la misma estrategia con que desencadenaron el "cordobazo", prólogo de la guerra subversiva que habría de estallar y propagarse en los años siguientes.

Tal vez no sea casualidad y tenga algo de simbólica la circunstancia que esta nueva violencia - lanzada cuando el gobierno del Dr. De la Rua cumplía una semana - haya buscado como escenario el mismo que tuviera la desatada en mayo de 1969 en vísperas de los levantamientos de Córdoba: el 16 de ese mes caía muerto en la ciudad de Corrientes el estudiante Cabral en manifestaciones que se llevaban a cabo como gimnasia de lo que vendría en el país. Desde entonces el nombre del joven fue utilizado como idea-fuerza, como un mito para exaltar a los estudiantes del país y para probar la "brutalidad" de la represión. No es de extrañar que los nombres de las víctimas del puente General Belgrano sean también usados para conmover a la opinión pública preparándola para futuras acciones de violencia ya diseñadas de antemano.-

Lo más curioso y alarmante es que la historia parece repetirse, casi como un paralelo y un reflejo de lo que fue pero que no termina de pasar; quiere decir entonces que el mismo enemigo sigue acechando y velando armas.

La situación actual es, sin embargo, distinta en algunos aspectos. Los muchachos de ayer - ebrios de ideología y dispuestos a morir y matar sin saber mucho porqué detrás de un modelo de vida y de política no bien definido, reduciendo la doctrina a una frase o a un grito - son hoy burócratas empeñados en que se olvide su pretérito y especialmente preocupados en resolver los problemas que son secuelas de las bombas instaladas por ellos mismos en los 60 y 70.

La izquierda armada - para repetir la expresión de Jorge Castañeda - dejó el campo a la desarmada, que por cierto viene cumpliendo una labor más fructífera para ella que la salvaje de dos décadas atrás porque no encuentra resistencia.

Este es un punto esencial a considerar porque - con Storani, uno de aquellos jovenzuelos alborotadores, hoy ministro del que dependen las fuerzas de seguridad y otros encaramados en niveles de decisión sin que nadie les haya pedido cuentas - las cosas se presentan más confusas o, mejor, las posturas y los personajes más mezclados.

Los que abandonaron las armas ¿lo han hecho para siempre? ¿Es coyuntural y táctica o hay una convicción sincera y de fondo en quienes, olvidando su pasado, se ubican del lado del orden al que en su oportunidad desafiaron y combatieron? ¿Se puede confiar en ellos porque cambiaron de rol y cruzaron ayer nomás la "delgada línea roja"?

Todo indica que se ha vuelto a prender la mecha de una guerra que, contra todos los optimismos, no se ha extinguido. En Salta y en Jujuy agitadores "profesionales" también han reaparecido y están dispuestos a recorrer el país en busca de focos de incendios para avivarlos hasta hacerlos inmanejables; no falta ninguno de los factores del ayer ni siquiera los "intelectuales" que explican, los humanistas que justifican y los comunicadores que dramatizan la realidad deformándola; todo a horcajadas de una situación socioecnómica gravísima cuya responsabilidad y presupuesto constituye una problemática que escapa a la que se aboca esta página.

De cualquier manera es nuestro deber señalar que estos choques - que empezaron a salirse de la esfera de lo policial - son a todas luces frutos de la revolución que hoy exporta Colombia (no por nada sus embajadores circulan por el país con una infraestructura provista por algunos sectores de la partidocracia de izquierda y de grupos sindicales afines) así como ayer la exportaba Cuba. Ahora se trata de saber quienes son sus personeros y cómplices locales y dónde están ubicados.-
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