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viernes, 23 de octubre de 2009

"OTROSÍ" Nro. 18 – marzo del 2000 DOS GENERACIONES

"OTROSÍ" Nro. 18 – marzo del 2000

DOS GENERACIONES

El mes de abril es propicio a los argentinos para una reflexión sobre las Malvinas. Enfocada la gesta desde el punto de vista de esta publicación - realidad de la subversión y legitimidad de la represión - y sin apartarnos de la temática propuesta, podemos advertir sin dificultad y casi naturalmente la diametral oposición dada entre las dos generaciones últimas que protagonizaron, para mal y para bien, los dos hechos bélicos que signaron el pasado siglo. Una de ellas fue la que tomó las armas en nombre de un ideal confuso para la mayoría, claro para sus jefes y perverso para todos, en sí mismo. La otra es la que sin preguntar demasiado las empuñó en defensa de un altísimo y dignísimo interés nacional, la recuperación de un territorio sustraído.-

La primera, sin duda con un latente espíritu inconformista y transgresor, fue captada por ideólogos al servicio de una causa extranacional, dependiente de las conveniencias de una de las dos grandes potencias que entonces se disputaban el dominio del mundo; sus miembros fueron soldados en una guerra que no nos pertenecía ni apenas nos incumbía como nación, la Guerra Fría.

La otra, a la que admiramos y a la que deseamos rendirle el más sincero de los homenajes, fue la convocada para batir al enemigo secular, al usurpador de ese territorio que nos pertenece pero que todavía no poseemos, las islas Malvinas. Esos jóvenes provenientes de todos los ámbitos del país e, incluso, de los más diversos segmentos ideológicos o de ninguno, marcharon a la guerra - no pocos de ellos a la muerte, a la mutilación o al regreso traumático - no precisaron de una modificación de sus principios básicos, esos que los hacen ser, sentirse y comportarse como seres humanos y como argentinos, para pelear la guerra justa a la que fueron llevados.

Los otros sí, los otros tuvieron que ser sometidos a una pedagogía diabólica que les enseñó a matar sin remordimiento ni culpa, ni siquiera odio. Se dejaron embaucar por discursos vanos, ilimitados, vacíos, fueron ganados por un redentorismo tan cruel como ingenuo que al tiempo que los cargaba de deberes los exaltaban con grandes derechos y grandes esperanzas.

En cambio los que marcharon a Malvinas lo hicieron, por decirlo así, sin motivación aprendida ni mesianismos delirantes ni expectativas de gloria. Estos lo hicieron por un impulso espontáneo que a ninguno se le ocurrió poner en duda ni discusión: era el amor a la patria, era el sentido de servir gratuitamente al bien común divisando, cualquiera fuera la educación recibida, al enemigo real, no a alguno hipotético.-

Estas fueron las dos generaciones que atravesaron la última parte del siglo XX argentino; una, sabiéndolo o no, queriéndolo o no, como instrumento de una potencia lejana e imperialista. La otra, la que nos llenó de orgullo - un orgullo, a decir verdad, que se estaba perdiendo de nuestra memoria después de tantos grises y sombras - supo porqué peleaba, qué fin concreto perseguía y cual era su justicia.-

No sólo es difícil y hasta desagradable trazar un paralelo entre ambas generaciones. No nos permitiremos caer en maniqueísmos un tanto obvios pero aquí más que en cualquier otro enfrentamiento las distinciones son claras e irrefutables y hay que estar ciego para confundirse.
Sangre derramada de una y otra camada de muchachos lo que ha de lamentarse pero de distinto modo. La que prodigó la generación de subversivos es más dolorosa porque lo fue por una mala causa, sus muertes no fueron gloriosas, sus objetivos eran revolucionarios y nihilistas, sus métodos eran vesánicos, todo en aras de un orden desconocido que en la realidad se limitaba a imponer un estado prosoviético en el espacio más austral de Occidente. La que la entregó a raudales por la reconquista de las islas argentinas, esa se movió por amor a la justicia y a la Patria y no tributó ningún aporte a ningún interés extranjero.

El país de improviso se quedó sin aliados, con excepciones conmovedoras; no fue como la otra causa, la marxista-terrorista, que desde un comienzo contó con el apoyo de un amigo poderoso. Por eso la sangre de los malvinenses nos enriquece, nos hermana y nos promete nueva floración.-

En lo dicho queda reflejada la diferencia entre ambas juventudes, una se rigió por el Odio, la otra por la ley del Amor.-

CASCADA DE ESCANDALOS

Por Carlos Manuel Acuña
Después del escándalo abierto en el campo de la izquierda a raíz de la importante suma en dólares que el Estado argentino deberá pagarle al padre de la guerrillera montonera Dagmar Hagelin, desaparecida el 27 de enero de 1977, comenzó a producirse una cascada de novedades en torno del importante negocio en que se ha convertido la política de indemnizar a los parientes de los terroristas que resultaron muertos o desaparecidos durante la guerra.-
El caso, grave desde el punto de vista moral, político y económico, viene a confirmarse en el preciso momento en que el gobierno anuncia y repite la necesidad de ajustar los gastos e invita a la ciudadanía a imponer una austeridad a rajatabla que ya se percibe claramente en un menor consumo y en el inicio de una preocupante recesión.-

Pero vayamos por partes. En lo que da en llamarse "el caso Hagelin" se conoce con bastante exactitud que Dagmar, la guerrillera argentina nativa, hija de madre argentina también nativa y de padre chileno, solo nieta de un sueco residente en Chile - su única relación sanguínea con Suecia que tanto clama por ella sin título internacional alguno - había asesinado a balazos a dos agentes de policía durante su trayectoria dentro de la banda de Montoneros y que su apresamiento se habría logrado gracias a los buenos servicios de otra subversiva llamada Susana Burgos. Esta actuó como entregadora de ella y de otro operativo del que logró escapar la Jefa de la Columna Oeste, María Antonia Bergés una de las sobrevivientes de la tragedia de Trelew, luego de la fuga de Santucho y otros importantes subversivos de la cárcel de Rawson en 1972.-
Pasó un tiempo hasta que Ragnar Hagelin - el ciudadano chileno padre de Dagmar - se presentó en 1978 ante el capitán de navío Julio Santoiani, jefe de gabinete del entonces canciller argentino almirante Oscar Montes, a los efectos de "cumplir con lo indicado por el embajador de Suecia, interesado en el tema de la guerrillera" es decir de su hija. Hagelin señaló que su presencia obedecía exclusivamente a la indicación del diplomático (¡) habida que solamente conoció a Dagmar durante los primeros meses posteriores a su nacimiento, circunstancia que justificó porque se había separado muy pronto de su mujer y había perdido contacto con su primera familia. Palabras más, palabras menos, acotó entre reiterados pedidos de disculpas - "no quiero importunar" - que "jamás la conocí"; "sólo sé que Dagmar anda en malos pasos y malas compañías" e insistió en que "resido en Chile y jamás estuve en Suecia".-

Los acontecimientos superaron a este curioso episodio revelador, hasta que con un escenario modificado a partir de la presidencia de Alfonsín, una escalada de argumentos bien planificados transformaron a la terrorista argentina en una inocente sueca desaparecida y en un importante ingrediente de la campaña desatada contra los alcances y resultados de la guerra antisubversiva.
Pero el caso tomó un giro imprevisto al conocerse que el chileno devenido ciudadano sueco por su casamiento en segundas nupcias con una mujer de ese origen que le permitió adquirir la doble nacionalidad de acuerdo con las leyes de ese país, cobró en carácter de indemnización una suma aparentemente cercada al millón de dólares pero ocultada a la opinión pública por causas misteriosas.

A partir de ese momento el tema de la muerte de Dagmar pasó a un segundo plano: lo que ahora está en juego es la repartija del dinero. Por un lado el activista abogado de causas izquierdistas Marcelo Parrilli se considera con derecho a participar de una tajada importante de esa suma por haber sido quien desde 1991 piloteó con bastante éxito los reclamos pecuniarios de Hagelin padre pero resulta que a aquél lo despidió para reemplazarlo con dos abogados relacionados estrechamente con el poder: Aníbal Ibarra González y Rolando Aníbal Ibarra, padre y hermano respectivamente del legislador porteño por el FREPASO y candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por la Alianza.

La casualidad - digámoslo así - hizo que ni bien estos profesionales tomaron en sus manos el caso Hagelin, se concretara la resolución económica que mezcla lo ideológico con lo pecuniario y posiblemente con la arbitrariedad. Dicho sea de paso, la indemnización concedida al chileno-sueco es varias veces superior a la que perciben otros familiares de guerrilleros con el agregado que, furioso, rechazó con éxito que le pagaran con bonos para lo cual obtuvo el activo respaldo de la APDH que se jugó contra los contribuyentes argentinos.

Frente a este cuadro sucio y deleznable nacido durante el alfonsinismo, continuado en el menemismo y prolongado en un gobierno que quiere sustentarse en la honestidad como el factor convocante para revertir el ánimo decadente que provoca la extendida corrupción, cabe preguntarse hasta dónde el Dr. De la Rua puede ejercer su propia capacidad de maniobra, un tema que circula con insistencia entre varios de sus allegados que aseguran que está totalmente de acuerdo con lo que ocurre.

Cierto o no, si nos expresamos de esta manera se debe a que todos los días se acumulan indicios demostrativos de progresivas disidencias internas en el gobierno, donde por un lado puja el radicalismo tradicional y por el otro el que pretende presentarse como una renovación de ideas superadas y alianzas que sólo llevan a esta clase de situaciones.-

En realidad el problema es mucho más complejo y contradictorio pero por el momento lo que dejamos es suficiente para entender que hay divisiones, descontrol e incertidumbre.-

EL "GRUPO MAFALDA"

Como si esto fuera poco, ahora cobran mayor fuerza otras revelaciones cuyos detalles se acumulan en un profundo estudio que podrá estallar ante la opinión pública en cualquier momento, la que podrá enterarse minuciosamente de los exitosos negocios que dejan las "reparaciones" monetarias a favor de los deudos de los subversivos derrotados.

Desde el campo de estos últimos y de los abogados que los asesoran - y les cobran - se intenta hacer crecer el número de muertos y desaparecidos, mientras los intermediarios que manipulan estos casos cobran jugosas comisiones por cada pago que concretan. Alcanzan al 20% de las sumas abonadas además de un anticipo de u$s 200 que los parientes de los subversivos deben entregar a los abogados "especializados en derechos humanos" a modo de anticipo obligado.

Solamente con los presuntos desaparecidos de origen español pero argentinos de nacionalidad, el ex fiscal del Proceso, luego pasado al alfonsinismo con el mismo cargo, Dr. Julio Strassera, maneja más de seiscientos casos que siguen su curso en medio de los aplausos y de la atmósfera creada por hombres relacionados con organizaciones extranjeras como sucede, por ejemplo, con el conocido Luis Moreno Ocampo quien recibe importantes pagos desde el exterior para "defender a la democracia".-

Muchos de estos abogados conforman una estructura ideológica y empresaria que fue bautizada como "Grupo Mafalda" cuya influencia en los organismos extranjeros y en los medios de comunicación es verdaderamente notable, lo que les asegura el manejo de estos asuntos donde las ideas se mezclan con los beneficios económicos expresados en medio de un verdadero estado de hipocresía que sistemáticamente se intenta ocultar a la opinión pública.

La situación se complica y a esta altura de los acontecimientos la crisis tiende a deglutir a sus actores que recurren - entre otras cosas - a la remanida denuncia ideologizada de los resultados de la guerra contra el terrorismo. A medida que se avanza en este proceso de descomposición, los argumentos utilizados pierden su eficacia y se deterioran más todavía con la difusión de sucesos casi morbosos como los que rodean al "caso Hagelin" que pasará a ser uno más - solamente uno más - en el escenario de la decadencia argentina.-

AMNISTIA PARA LOS AGRESORES

Una preocupación central parece ocupar hoy los días del ministro de Justicia Gil Lavedra (además, según ha trascendido, de ciertos negocios petroleros) y es conseguir del modo más elegante y, por supuesto, discreto, la amnistía de los terroristas que aún permanecen en prisión por el intento de toma del Regimiento de La Tablada, cuyo ideólogo es el todavía (¡) fraile Puigjané.

Pero no es casual que así sea: Gil Lavedra mantuvo (y muy posiblemente aun mantenga) una relación muy estrecha tanto ideológica como táctica con el grupo de la Coordinadora cuya cabeza es Nosiglia, otro que nunca termina de desaparecer y cuya función en la política argentina actual, nadie se explica; típico hombre de palacio, enredador de vínculos, armador de tramoyas, verdadero virus filtrable, es un auténtico titular del poder oculto o, como suele decirse, del poder detrás del trono.

Lo estuvo desde las sombras, salvo un corto periodo en que se decidió a dar la cara como ministro del Interior cuando ya todo se desplomaba sobre el final de la gestión de Raúl Alfonsín. Tiene, según se cuenta, una hermana desaparecida pero eso solo indudablemente no alcanza para explicar su constante línea (clandestina e indirecta pero en todo momento coherente y continuada) de apoyo, inspiración y justificación de la subversión, por lo menos en el periodo posbélico; hay detrás una convicción y un objetivo a los que no renunciaron él ni sus allegados.

Por el contrario muchos de éstos se han distribuido lo mejor que pudieron a lo largo y ancho del poder político, incluso durante la presidencia de Carlos Menem aprovechando las afinidades naturales que mantenían con varios de los actores del terrorismo que pasaron a ocupar placenteramente puestos en su gobierno.-

La Coordinadora fue la ideóloga de los acontecimientos de 1989 a que hicimos referencia. Uno de sus conductores decisivos, Provenzano, que compartía con Nosiglia la responsabilidad última de sus decisiones, fue muerto en el choque bélico que tuvo lugar en el interior del cuartel. Esto ocurría, recordémoslo, en momentos en que el entonces diputado nacional, presidente del bloque mayoritario, alto dirigente de la UCR y, de hecho, el más autorizado vocero del oficialismo César Jarolavsky , usó sus contactos internacionales para difundir la especie de que se trataba de un levantamiento "carapintada" contra el orden institucional.

A las pocas horas se supo que toda era una patraña puesta en marcha por alguna inteligencia - astuta pero no sutil - de gente próxima al gobierno ¿Para qué? Probablemente para perjudicar al ya fortalecido Menem, candidato a la presidencia, comprometiéndolo en una asonada militar a contrapelo.-

Pues bien, personeros de ese entorno se muestran ahora activos e interesados en que sus cómplices (o más bien instrumentos) en aquel episodio sean liberados. Se puede ver en este esfuerzo - para el cual se intenta recurrir a una burda maniobra judicial y, por supuesto, a la infaltable influencia de los operadores de los derechos humanos - un gesto de recompensa y aun de agradecimiento para los que fueron sacrificados en aras de un ardid mediático.

En todo caso no sería este sentimiento el único motor impulsor de tal iniciativa. Se advierte el propósito de legitimar tal procedimiento - hasta hoy el último acto violento de la guerra subversiva - tratando a sus protagonistas como víctimas de una injusticia judicial y, si posible fuera, como modelos a imitar, como ejemplos a seguir por la juventud actual; una juventud, a decir verdad, alejada más por la indiferencia que por el tiempo de tales acontecimientos.
Y de paso se conseguiría reinsertar no en la sociedad sino en el lumpen de la subversión a estos muchachos activistas que, al comienzo de su aventura, con seguridad no tenían ninguna idea clara de lo que iban a hacer ni porqué, propulsados por un sacerdote de esos que no parecen tener que pedir perdón. Ni nadie se lo exige.-

Gil Lavedra, por lo tanto, sigue tan dispuesto como antes a utilizar todas las posibilidades que obtiene en su paso por la política y por la burocracia. Ahora dispone de la oportunidad de liberar a sus amigos valiéndose de chicanas que él sabe indignas e injustas pero no parece querer desaprovecharla.

Como puede advertirse - sin caer en excesos de imaginación - otra vez el poder político se manipula en beneficio de los que se armaron contra la república y, como siempre, simulando servirla. Una complicidad que no termina.-

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Una salvedad: en el número anterior se incurrió en un error que ahora reparamos. Se le atribuyó allí la autoría del libro "Montoneros soldados de Perón" al escritor argentino Pablo Giussani, libro que en realidad pertenece al investigador Richard Gillespie, edición de la Universidad de Oxford, 1980.-

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