Otro delito de lesa humanidad
Hay irrealidades, en nuestro país, que se conjugan y corporizan como verdades, según se advierte en los casos que, a título paradigmático, he de precisar.
Que el "Che" Guevara, asesino sin escrúpulos, sea tenido en consideración como un redentor humanista, mártir y casi santo. Que la señora de Bonafini, apologista de crímenes del terrorismo de la más alta vileza habidos en el mundo (torres gemelas), sea presentada como madre de los argentinos, por haberlo sido de dos jóvenes que no eran los idealistas inermes de que se habla con tanta trápala, sino, como lo confesara aquélla, individuos que emplearon, para sus crímenes, armas de gran poder mortífero cuyos símiles pretendió, sin buen éxito, que se exhibieran en el llamado Museo de la Memoria.
Que dicho Museo de la Memoria sea, en puridad, el del ultraje a la verdad, en que no hay cabida, claro está, para el recuerdo de las víctimas inocentes, incluidos niños y mujeres, asesinados por muchos de los que, allí, gracias al olvido selectivo, registran como héroes.
Que la señora de Carlotto, madre de una hija muerta en el período del Proceso cuyo cadáver le fue entregado de inmediato, consiga el reconocimiento público, honores y generosos emolumentos, por haberse autodesignado abuela de un alegado nieto, cuya existencia se ciñe por entero a su propia e interesada versión, lo que le permitió, campante y
recompensada, desempeñarse al frente de la organización de las Abuelas de la Plaza de Mayo.
Que los militares, obligados a defender a su patria, atacada por el terrorismo internacional de raíces cubanas y soviéticas, resulten personas sin derecho alguno sobre la tierra, sin la natural protección de las leyes que amparan a la humanidad, merced a la acción repudiable de individuos que, en el gobierno, han volcado el peso de la arbitrariedad y la maldad desprovistas de control, como dioses terrenales que manejan los conceptos del mal absoluto y de los
crímenes de lesa humanidad, a voluntad, a puro antojo, contra quienes son considerados sus enemigos a causa de haber derrotado a la subversión terrorista, apátrida y perversa de los años 70.
Podría seguir cubriendo páginas y más páginas hasta completar el libro de las enormes mentiras, semejantes a las que caracterizaron a los nazis y a los comunistas soviéticos.
Pero ello dicho, cabe consignar que el propósito esencial de esta nota es dar el alerta sobre un mal aún mayor, esto es, que los flagrantes embustes queden consagrados como dogmas inatacables.
En efecto, ocurre que ya casi no hay medios de difusión masivos ni políticos u hombres de reconocido prestigio que se atrevan a rebatir las falsedades difundidas e impuestas por tales execrables sujetos. Por lo que, también, en consecuencia, un día por venir, ensanchado el ámbito liberticida dentro del que se mueve a satisfacción este gobierno tiránico, cualquier crítica a los falsos artículos de fe política, o hasta el desacuerdo, constituirán delito, uno de tantos que, con inicuo descaro, se han dado en llamar de lesa humanidad, para coartar toda defensa al enemigo burlando los derechos primigenios del hombre.
Néstor Nicolás Gómez
Buenos Aires
Hay irrealidades, en nuestro país, que se conjugan y corporizan como verdades, según se advierte en los casos que, a título paradigmático, he de precisar.
Que el "Che" Guevara, asesino sin escrúpulos, sea tenido en consideración como un redentor humanista, mártir y casi santo. Que la señora de Bonafini, apologista de crímenes del terrorismo de la más alta vileza habidos en el mundo (torres gemelas), sea presentada como madre de los argentinos, por haberlo sido de dos jóvenes que no eran los idealistas inermes de que se habla con tanta trápala, sino, como lo confesara aquélla, individuos que emplearon, para sus crímenes, armas de gran poder mortífero cuyos símiles pretendió, sin buen éxito, que se exhibieran en el llamado Museo de la Memoria.
Que dicho Museo de la Memoria sea, en puridad, el del ultraje a la verdad, en que no hay cabida, claro está, para el recuerdo de las víctimas inocentes, incluidos niños y mujeres, asesinados por muchos de los que, allí, gracias al olvido selectivo, registran como héroes.
Que la señora de Carlotto, madre de una hija muerta en el período del Proceso cuyo cadáver le fue entregado de inmediato, consiga el reconocimiento público, honores y generosos emolumentos, por haberse autodesignado abuela de un alegado nieto, cuya existencia se ciñe por entero a su propia e interesada versión, lo que le permitió, campante y
recompensada, desempeñarse al frente de la organización de las Abuelas de la Plaza de Mayo.
Que los militares, obligados a defender a su patria, atacada por el terrorismo internacional de raíces cubanas y soviéticas, resulten personas sin derecho alguno sobre la tierra, sin la natural protección de las leyes que amparan a la humanidad, merced a la acción repudiable de individuos que, en el gobierno, han volcado el peso de la arbitrariedad y la maldad desprovistas de control, como dioses terrenales que manejan los conceptos del mal absoluto y de los
crímenes de lesa humanidad, a voluntad, a puro antojo, contra quienes son considerados sus enemigos a causa de haber derrotado a la subversión terrorista, apátrida y perversa de los años 70.
Podría seguir cubriendo páginas y más páginas hasta completar el libro de las enormes mentiras, semejantes a las que caracterizaron a los nazis y a los comunistas soviéticos.
Pero ello dicho, cabe consignar que el propósito esencial de esta nota es dar el alerta sobre un mal aún mayor, esto es, que los flagrantes embustes queden consagrados como dogmas inatacables.
En efecto, ocurre que ya casi no hay medios de difusión masivos ni políticos u hombres de reconocido prestigio que se atrevan a rebatir las falsedades difundidas e impuestas por tales execrables sujetos. Por lo que, también, en consecuencia, un día por venir, ensanchado el ámbito liberticida dentro del que se mueve a satisfacción este gobierno tiránico, cualquier crítica a los falsos artículos de fe política, o hasta el desacuerdo, constituirán delito, uno de tantos que, con inicuo descaro, se han dado en llamar de lesa humanidad, para coartar toda defensa al enemigo burlando los derechos primigenios del hombre.
Néstor Nicolás Gómez
Buenos Aires