A la Opinión Pública
Somos Marcela y Felipe Noble Herrera, hijos de Ernestina Herrera de Noble.
Últimamente escuchamos, vemos y leemos cosas que no son ciertas. Hablan de nosotros sin conocernos, sin saber cómo somos, qué pensamos o qué sentimos.
Nunca quisimos hacer de nuestra intimidad algo público. Pero nos sentimos maltratados y no queremos que nos lastimen más. Por eso, ante tantas falsedades, decidimos escribir esta carta y contarles la verdad.
Nuestra madre es directora de Clarín, diario que hoy soporta una campaña muy fuerte de ataques oficiales. Y nosotros tenemos miedo de habernos convertido en una pieza más de esa embestida.
Pero más allá de todo eso, para nosotros nuestra madre es simplemente nuestra madre.
La persona que hace 34 años, en uno de los mayores actos de amor que existen, nos eligió como hijos. La que siempre nos habló con la verdad. La que desde que tenemos uso de razón, nos dijo que somos adoptados.
Con ella construimos lo más importante que tenemos: una familia. Gracias a ella aprendimos desde chicos a valorar las oportunidades y s conocer las responsabilidades. Nos inculcó los valores y nos dio las herramientas para desarrollarnos como personas. Nos educó en la libertad para elegir nuestro propio camino en la vida.
Desde hace años vivimos algunos episodios que no buscamos pero que tratamos de afrontar con serenidad. Nuestra identidad viene siendo manoseada por intereses políticos, ajenos a nosotros.
Todo eso nos marcó y nos hace sufrir. Pero también sirvió para reafirmar lo que sentimos y lo que pensamos. El vínculo con nuestra madre es para nosotros lo más importante. Como tantos hijos adoptados, no conocemos nuestro origen biológico, pero como cualquier persona hemos forjado nuestra identidad a lo largo de nuestras vidas.
Nunca tuvimos ningún indicio concreto de que podamos ser hijos de desaparecidos.
Hace años, dos familias que buscan a sus nietos se presentaron ante la Justicia y alegaron que podríamos ser nosotros. Aunque nada indica que podamos serlo, en 2003 aceptamos voluntariamente hacer las pruebas genéticas, porque entendemos su incertidumbre y el dolor de quienes buscan a sus familiares.
Aún hoy no comprendemos por qué, a lo largo de casi siete años, estas familias nunca aceptaron la realización del análisis. Nos preguntamos una y mil veces por qué siguen con una duda que arrastran hace tantos años. Por qué los tironeos y las demoras pueden ser más importantes que la respuesta que buscan.
El uso político de nuestra historia es algo que nos parece injusto. Tratamos de estar serenos pero la presión a veces es muy fuerte. Hace poco, por cadena nacional, la Presidenta de la Nación se refirió a nosotros sin nombrarnos. Su mensaje, lejos de tranquilizarnos, nos inquietó. Sus palabras fueron perturbadoras.
Como en 2002, cuando llegaron a detener ilegalmente a nuestra madre, nuevamente las presiones políticas y mediáticas han vuelto a adueñarse de nuestra causa. Y no queremos que algo tan íntimo como nuestra identidad continúe bastardeada por acusaciones lanzadas sin sustento, ni por ataques que tienen otros objetivos y nos hacen daño.
No somos chicos, somos dos personas adultas, responsables, que sólo pretendemos ejercer nuestros derechos y tomar nuestras propias decisiones, sin presiones y en libertad.
Pero sentimos que no podemos hacerlo frente a un Gobierno que nos persigue. ¿Por qué exponen públicamente sólo nuestro caso? ¿Por qué no se preocuparon por las demoras en los exámenes que ofrecimos y traerían paz a las familias? ¿Se interesan por nosotros o tienen la necesidad política de que seamos hijos de desaparecidos y de inventar acusaciones contra nuestra madre?
No nos atrevemos a responder a estas preguntas. Pero vivimos en un estado de angustia permanente.
Nuestros temores crecieron los últimos días, cuando un tribunal desoyó nuestros pedidos por una cuestión meramente formal, aunque siempre habíamos actuado de la misma manera y dicha actuación había sido aceptada por la Justicia en todas las instancias. Nos preocupó también observar cómo se intenta presionar a los jueces mediante denuncias penales y amenazas de juicios políticos.
Siempre creímos en la Justicia y por eso nos mantuvimos en ese ámbito. Nunca hasta ahora hicimos declaraciones sobre una causa que entendemos personal. Pero cada vez hubo más distorsiones: hasta se llegó a decir que nos manejan, que nuestros abogados no respetan nuestra voluntad.
Nuestros miedos son muchos. No somos un botín. No queremos terminar como rehenes de un ataque político. No queremos que nos usen para atacar a nuestra madre. Tampoco queremos ser víctimas de una manipulación en los análisis genéticos.
Hoy, las muestras de nuestra sangre que dimos en forma voluntaria para un análisis genético, pretenden usarse en otro tipo de examen, con modalidades y condiciones que no nos ofrecen garantías de seguridad e imparcialidad.
No queremos que nos lastimen, ni vivir amenazados, ni que se pretenda ensuciar a nuestra familia o dañar lo que logramos construir.
Sólo pedimos que nos respeten. No queremos exponer nuestra intimidad indefinidamente, sin garantías legales ni científicas, y por una persecución política.
Seguiremos defendiendo nuestros derechos pese a todas las presiones.
Hace 34 años nuestra madre nos eligió como hijos. Y nosotros, todos los días, la elegimos como mamá.
Nada ni nadie podrá destruir ese vínculo.
Últimamente escuchamos, vemos y leemos cosas que no son ciertas. Hablan de nosotros sin conocernos, sin saber cómo somos, qué pensamos o qué sentimos.
Nunca quisimos hacer de nuestra intimidad algo público. Pero nos sentimos maltratados y no queremos que nos lastimen más. Por eso, ante tantas falsedades, decidimos escribir esta carta y contarles la verdad.
Nuestra madre es directora de Clarín, diario que hoy soporta una campaña muy fuerte de ataques oficiales. Y nosotros tenemos miedo de habernos convertido en una pieza más de esa embestida.
Pero más allá de todo eso, para nosotros nuestra madre es simplemente nuestra madre.
La persona que hace 34 años, en uno de los mayores actos de amor que existen, nos eligió como hijos. La que siempre nos habló con la verdad. La que desde que tenemos uso de razón, nos dijo que somos adoptados.
Con ella construimos lo más importante que tenemos: una familia. Gracias a ella aprendimos desde chicos a valorar las oportunidades y s conocer las responsabilidades. Nos inculcó los valores y nos dio las herramientas para desarrollarnos como personas. Nos educó en la libertad para elegir nuestro propio camino en la vida.
Desde hace años vivimos algunos episodios que no buscamos pero que tratamos de afrontar con serenidad. Nuestra identidad viene siendo manoseada por intereses políticos, ajenos a nosotros.
Todo eso nos marcó y nos hace sufrir. Pero también sirvió para reafirmar lo que sentimos y lo que pensamos. El vínculo con nuestra madre es para nosotros lo más importante. Como tantos hijos adoptados, no conocemos nuestro origen biológico, pero como cualquier persona hemos forjado nuestra identidad a lo largo de nuestras vidas.
Nunca tuvimos ningún indicio concreto de que podamos ser hijos de desaparecidos.
Hace años, dos familias que buscan a sus nietos se presentaron ante la Justicia y alegaron que podríamos ser nosotros. Aunque nada indica que podamos serlo, en 2003 aceptamos voluntariamente hacer las pruebas genéticas, porque entendemos su incertidumbre y el dolor de quienes buscan a sus familiares.
Aún hoy no comprendemos por qué, a lo largo de casi siete años, estas familias nunca aceptaron la realización del análisis. Nos preguntamos una y mil veces por qué siguen con una duda que arrastran hace tantos años. Por qué los tironeos y las demoras pueden ser más importantes que la respuesta que buscan.
El uso político de nuestra historia es algo que nos parece injusto. Tratamos de estar serenos pero la presión a veces es muy fuerte. Hace poco, por cadena nacional, la Presidenta de la Nación se refirió a nosotros sin nombrarnos. Su mensaje, lejos de tranquilizarnos, nos inquietó. Sus palabras fueron perturbadoras.
Como en 2002, cuando llegaron a detener ilegalmente a nuestra madre, nuevamente las presiones políticas y mediáticas han vuelto a adueñarse de nuestra causa. Y no queremos que algo tan íntimo como nuestra identidad continúe bastardeada por acusaciones lanzadas sin sustento, ni por ataques que tienen otros objetivos y nos hacen daño.
No somos chicos, somos dos personas adultas, responsables, que sólo pretendemos ejercer nuestros derechos y tomar nuestras propias decisiones, sin presiones y en libertad.
Pero sentimos que no podemos hacerlo frente a un Gobierno que nos persigue. ¿Por qué exponen públicamente sólo nuestro caso? ¿Por qué no se preocuparon por las demoras en los exámenes que ofrecimos y traerían paz a las familias? ¿Se interesan por nosotros o tienen la necesidad política de que seamos hijos de desaparecidos y de inventar acusaciones contra nuestra madre?
No nos atrevemos a responder a estas preguntas. Pero vivimos en un estado de angustia permanente.
Nuestros temores crecieron los últimos días, cuando un tribunal desoyó nuestros pedidos por una cuestión meramente formal, aunque siempre habíamos actuado de la misma manera y dicha actuación había sido aceptada por la Justicia en todas las instancias. Nos preocupó también observar cómo se intenta presionar a los jueces mediante denuncias penales y amenazas de juicios políticos.
Siempre creímos en la Justicia y por eso nos mantuvimos en ese ámbito. Nunca hasta ahora hicimos declaraciones sobre una causa que entendemos personal. Pero cada vez hubo más distorsiones: hasta se llegó a decir que nos manejan, que nuestros abogados no respetan nuestra voluntad.
Nuestros miedos son muchos. No somos un botín. No queremos terminar como rehenes de un ataque político. No queremos que nos usen para atacar a nuestra madre. Tampoco queremos ser víctimas de una manipulación en los análisis genéticos.
Hoy, las muestras de nuestra sangre que dimos en forma voluntaria para un análisis genético, pretenden usarse en otro tipo de examen, con modalidades y condiciones que no nos ofrecen garantías de seguridad e imparcialidad.
No queremos que nos lastimen, ni vivir amenazados, ni que se pretenda ensuciar a nuestra familia o dañar lo que logramos construir.
Sólo pedimos que nos respeten. No queremos exponer nuestra intimidad indefinidamente, sin garantías legales ni científicas, y por una persecución política.
Seguiremos defendiendo nuestros derechos pese a todas las presiones.
Hace 34 años nuestra madre nos eligió como hijos. Y nosotros, todos los días, la elegimos como mamá.
Nada ni nadie podrá destruir ese vínculo.
Felipe Noble Herrera - Marcela Noble Herrera
Fuente Telam