DE PIQUETES Y PIQUETEROS
El país fue conmocionado por la toma organizada y simultanea de rutas y calles estratégicamente elegidas por parte de grupos de activistas que apenas si se esforzaban por disimular sus propósitos y orígenes. Tuvieron razones - que ellos manejaron como excusas - para crear el desorden que generaron con sus bochincheras intervenciones.-
Además de la sugestiva simultaneidad de los cortes hay otros factores que permiten inferir la naturaleza y la intencionalidad de estos desórdenes. En primer lugar sus dirigentes, de clara y declarada procedencia izquierdista así como sus eslóganes y estribillos.
En segundo término la violencia de sus actos que hacían recordar otros momentos con los mismos protagonistas y con idénticos discursos. Digamos asimismo que tales reclamos eran por completo justificados desde que la situación de los argentinos, en especial los de más bajas entradas, clama al cielo. Sin embargo, los piqueteros lanzaron esta ola de violencia contenida a sabiendas que mucho no era lo que iban a conseguir pero también sabían que lo podían conseguir.
Nos explicamos. Se trató de una explosiva puesta en escena de las auténticas necesidades de los más pobres pero no exigieron, más allá de lo retórico, soluciones de fondo sino que, apenas, se conformaron con parches como son los planes trabajar, encubiertos subsidios al desempleo. De esta manera se creó una fuerza social con los beneficiarios de dichos programas, por lo demás de corto alcance y a la espera de un eventual crecimiento de la economía.
Esos nuevos dirigentes se dieron el lujo de negociar de igual a igual con autoridades nacionales y municipales, lo que tiene una nada despreciable importancia táctica: ellos se han constituido a partir de ahora en los auténticos representantes de los más bajos niveles de la pirámide, por afuera de los organismos que hasta hoy eran tenidos como los institucionales: legisladores, concejales, gremios y partidos.
Ha surgido o comenzado a surgir, entonces, una nueva fuerza que maneja la izquierda. Una izquierda interconectada con las otras de la región y no es un dato desdeñable que movimientos afines del Brasil y del Uruguay, éstos abiertamente beligerantes, se hayan hecho presentes en las tomas de las rutas. Esa izquierda demostró, asimismo, que puede a poco andar paralizar el país. Usaron armas e hicieron gala de ello, anunciaron que ofrecerían resistencia si se los pretendía desalojar ("habrá muertos de ambos bandos", dijeron: hablaban ya de dos bandos, socorrida artimaña dialéctica).
Y de gracia aplicaron un verdadero golpe al estado de derecho: el Poder Ejecutivo de la nación se obligó a indultar a uno de ellos condenado a prisión por la justicia ordinaria. Esto fue sólo el comienzo; a medida que la crisis se agrave y que la sociedad se deteriore y desaliente, el peligro avanzará bajo la forma de reclamos justos administrados por la izquierda.-
CARTA AL GENERAL RICARDO BRINZONI
Es fácil de comprender las dificultades de su misión como jefe y responsable último del Ejército argentino o de lo que ha quedado de él después de la gestión de su antecesor, el general Martín Balza. Precisamente el hecho que Vd. sea el sucesor del hombre sin duda más nefasto que pasó por la comandancia suprema de la institución, es la causa principal de la mayoría de los inconvenientes que debe afrontar en la actualidad y de las que le sobrevendrán en el futuro. Es una realidad: a Vd. lo perjudica enormemente ser el sucesor y, por lo tanto, no sea su continuador.-
Es decir, no debe adoptar ni repetir su comportamiento ni sus actitudes por lo menos en dos áreas que no son propiamente técnicas ni militares (razón por la que no incursionaremos en un terreno de especialistas aunque nos permitiremos manifestar nuestra preocupación por la situación de virtual inoperabilidad de nuestras Fuerzas Armadas, según lo declararon a su turno y en forma pública sus responsables máximos: la circunstancia que no seamos competentes no significa que seamos indiferentes; creemos que se ha cedido mucho a las exigencias de un poder político avasallador e ineficiente).
Las esferas a que nos referimos son la conducta frente al gran tema de la subversión y la represión - esto es, la magna cuestión de la Guerra Revolucionaria todavía no esclarecida ni clausurada - y los gestos reiterados de acercamiento a un Enemigo, subsistente bajo mil disfraces y excusas, que sigue en acecho desde el poder o en sus proximidades.-
Pensamos concretamente en los varios pedidos de perdón presentados ante la sociedad, una sociedad que no los precisa ni los solicita porque, aunque desinformada y deformada por la acción conjunta y sistemáticamente coordinada de los medios masivos de comunicación en manos de los sobrevivientes de aquélla Guerra, tiene más o en menos claro qué es lo que ocurrió y guarda en su memoria, a pesar de la versión única que recibe en forma cotidiana y machacona, en aquellos años de espanto y de dolor, aquellos atentados salvajes e incomprensibles que sumergieron a los argentinos en un inexplicable baño de sangre.
No obstante Vd., general Brinzoni al igual que su antecesor, insiste en pedir perdón, un pedido unilateral, que no es siquiera aceptado y que en algunos casos permitió una respuesta de burlón cinismo. Con esas expresiones de compungida penitencia - supuesto que fueran sinceras - no se consigue sino confundir al pueblo, envalentonar a los antiguos terroristas, darles razones a sus ideólogos de ayer y de hoy y abrir el camino para su nada improbable retorno. Y en definitiva ilegitimar la Guerra Represiva que los militares argentinos libraron con éxito y con derecho - es verdad: sin ajustarse a formalidades imposibles de cumplir en tiempos de guerra ya que fueron pensadas para los de paz -.
Así, con esos reclamos de perdón, que cada vez más se ven como ritos vacíos y casi como una rendición, lo que fue esencialmente una guerra justa - desbordada y con excesos como suele ocurrir en todo acto de violencia - se transforma en una acción de bandidaje, en una maniobra de asalto al poder, en una sinrazón alocada practicada por un conjunto de uniformados que actuaron sin motivos - excepto un desenfrenado y patológico odio contra una generación de compatriotas que sólo querían justicia -.
Esta es la versión subversiva que Vd. avala o tolera. Porque advierta., general, que al actuar como lo ha hecho - ilegitimar la represión, juzgándola como pretenden los terroristas, por sus abusos y no por sus principios y necesidad - equivale a legitimar a la Subversión. Una legitimación, por cierto, tan inopinada como injusta, tan extraña como peligrosa, falta a la verdad histórica, ofende a los muertos por el orden y a las víctimas del terror y, reiteramos, pone las condiciones para que aquel infierno, del que parece que somos incapaces de salir, se reavive. Y ahora peor porque la sociedad está aletargada, las FF. AA. auto-reprimidas y las de seguridad desprestigiadas. El combate se reabre o puede reabrirse pero no contamos con defensores.-
General, Vd. se encuentra tan condicionado y, permítanos decírselo, tan acomplejado (¿complejo de culpa?) que busca enemigos ante los que humillarse o ante los que ofrendarse como supuesta prenda de paz. Así se disculpó ante la AMIA, sin mediar un reclamo de esta mutual, por haber designado para su defensa personal a un abogado - despedido con cajas destempladas - presuntamente con vinculaciones nazis. Acá hay que ser muy cuidadosos porque nuestro planteo se puede interpretar erróneamente si se coloca la mínima dosis de mala fe. No nos interesan la razón ni la intención por las que Vd. lo hizo sino la exterioridad del gesto y sus implicancias. ¡He aquí que el Comandante en jefe del Ejército argentino no puede nombrar a un letrado que, es de presumir, gozaba de su confianza, ante la eventual disconformidad de un sector de la sociedad que podría sentirse agredido por tal nominación! Parece haberse ido demasiado lejos y demasiado abajo, se exageran las pruebas de ductilidad, se extrema la consideración por la sensibilidad de segmentos que no han manifestado queja alguna.-
Insistimos en que es de comprender que no es fácil (ni agradable) cargar y casi sin beneficio de inventario, con la herencia de un jefe que hoy está procesado y que, posiblemente, deba acompañar a otros altos ex funcionarios a un destino carcelario. Pero eso no lo exime a quien asumió la responsabilidad máxima de la conducción del Ejército de su obligación de imponer e impartir justicia - para vivos y muertos - ni de adoptar las medidas necesarias para que la fuerza a su orden disponga de los recursos - en primer lugar morales y psicológicos - para volver a enfrentar, llegado el caso, a los subversivos de mañana que contarán, como no lo tuvieron sus antepasados de los 70, con un marco de impunidad y de inserción social.
¿Qué creerán los oficiales y soldados encargados de una eventual represión futura, qué tienen que hacer, reconocerán siquiera al terrorista como enemigo, cual será su ánimo para combatirlo? ¿Podrán dejar de pensar en el riesgo que corren, cualquiera sea la suerte de la batalla, después de ella, sometidos al escarnio contumaz y sistémico como otra faz de la guerra? ¿Lo ha pensado, general? En realidad, ¿sabe Vd. cual sigue siendo el enemigo?
Hemos de recordarle asimismo que debió Vd. soportar que un hombre de la calaña de Horacio Verbiztki se diera el gusto de humillarlo, respondiendo a su mano tendida con la acusación de haber participado en actos de tortura y de desaparición de personas. A él la justicia - que tan activa se muestra cuando se trata de entrampar militares - le perdonó haber sido alto directivo de la agrupación terrorista Montoneros; de alguna manera Vd. también lo disimuló al dirigirse a ese irredento pidiéndole un reconocimiento de su inocencia.
Vd., general, puede hacer con su honor, su prestigio y con su buen nombre lo que quiera (su conciencia y sus hijos se lo aprobarán o reprocharán) pero con el honor, el prestigio y el buen nombre del Ejército no porque el Ejército es una creación histórica cargada de valores, de convicciones, de héroes, de funciones, de objetivos, de responsabilidades, de tradiciones, de misiones y que, como tal, no puede quedar sujeto a la decisión de un hombre - aunque sea su transitorio jefe - de rifar tan rica herencia arrastrándolo en sus propias debilidades. Usted pasará pero el Ejército quedará y perdurará tanto como la Argentina.-
No está solo, general Brinzoni ni, a esta altura de su vida profesional, sus comportamientos le atañen únicamente a usted. Vd. no es el ejército pero sus acciones y omisiones comprometen a la institución a la que se debe hasta la muerte. Recapacite que, en algún momento dado, el honor del Ejército puede depender de sus actitudes, sus palabras y silencios. Doscientos años lo contemplan y muchos más lo juzgarán.-
FOTOCOPIE Y DISTRIBUYA
Dr. Víctor Eduardo Ordóñez
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