SALIRSE DE MADRE
ENTREVISTA A...... HEBE DE BONAFINI
Por MARIANA CANAVESE Y LUIS GRUSS
La presidente de Madres de Plaza de Mayo sigue fiel a su estilo. Conversar con ella es enfrentarse a un vendaval que no repara en matices. Ataca a Horacio Verbitsky, a Página/12, a los profesores que se fueron de su Universidad y a todo aquel que piense diferente de su celebración del atentado a las Torres Gemelas y el Pentágono.
"La polémica la armaron ellos -resume la titular de Madres de Plaza de Mayo, sin especificar demasiado-. Nosotras nos quedamos en el molde." Pero, de inmediato, Hebe de Bonafini rompe el molde y arremete como una tromba. Levanta su dedo acusador en varias direcciones, toma distancia de Fidel Castro y no lamenta la dimisión crítica de varios docentes a sus cátedras en la Universidad Popular de las Madres.
Hubo catorce renuncias de profesores en disidencia con su alegría frente a los atentados de septiembre. ¿Se siente molesta?
H.B.: Para nada. Quiero aclarar, además, que unos cuantos que aparecen en ese grupo, como por ejemplo León Rozitchner, no son docentes permanentes. A lo sumo dejarán de dictar seminarios. Los que sí renunciaron, pero no aquí sino en los medios, son Carlos y Rolando Astarita. Ellos son dos cobardes que trabajan para la UBA, la cual hace rato que pretende cerrar nuestra Universidad.
O sea que no los va a extrañar.
H.B.: En absoluto. Son sirvientes de los radicales. Los radicales siempre apuntaron muy duro contra las Madres. Nunca les gustó que denunciáramos que golpearon la puerta de los cuarteles o que le dieron intendentes y embajadores a la dictadura. Las boinas blancas no deben ser confundidas con los pañuelos blancos.
Entonces, ¿por qué aceptó a esos docentes en la Universidad?
H.B.: ¿Y eso qué tiene que ver? Acá hay gente de todas las ideas. Pero, insisto, fue en la época de los radicales cuando nos atacaron a mi hija y a mí. Lo mismo pasó cuando abrimos esta Universidad sin permiso y empezaron los ataques de toda índole. Pero esta academia, como la llama Verbitsky, es pluralista. Y en esa comentada reunión hubo gente que dijo una cosa y gente que dijo otra. Lo que pasa es que él después tomó y dijo lo que quiso. Yo creo que Verbitsky es un sirviente de Estados Unidos. Recibe un sueldo de la Fundación Ford y, además de ser judío, es totalmente pro-norteamericano.
Verbitsky reaccionó frente a su celebración pública de los atentados contra las Torres Gemelas. No salió a defender a Bush.
H.B.: ¿Pero qué pretende ese señor? ¿Cómo no me voy a poner contenta de que hayan caído esos hijos de puta alguna vez? Yo creo que aquí el problema soy yo, apuntan a mi cabeza. Los políticos, que son todos una mierda, hace tiempo que me quieren destruir. Página/12 también. Ahora vamos a publicar un cuadernillo con todas las notas nuestras que ese diario no publica. A David Viñas y a Susana Viau tampoco les publican los artículos que escribieron polemizando con Verbitsky. Les dan lugar, eso sí, a las cartas de Astarita. Nosotros trabajamos para la gente y no para un grupito de intelectuales.
En su renuncia Rolando Astarita discute la idea de que la lucha de clases implica la eliminación física del adversario.
H.B.: No me vengan con esas intelectualizaciones. Yo hablo desde la cocina, desde la calle, desde la Plaza. Estoy luchando desde hace tiempo. Fui a Irak, a Yugoslavia, a mí no me la contaron. Este país está lleno de imperialistas que se dicen marxistas. Y yo digo: o sos imperialista o sos marxista.
Eso se parece a lo que dice Bush: o estás de nuestro lado o sos un terrorista.
H.B.: Esa comparación no tiene ningún sentido. De un lado están los pueblos y del otro el imperialismo.
Hebe, ¿los 6 mil o más muertos de las Torres son el enemigo?
H.B.: Esa pregunta es tramposa. En las Torres cayeron los poderosos. Y el poderoso es mi enemigo. Porque es el mismo que mandó matar a mis hijos.
En las Torres murieron oficinistas africanos, argentinos, musulmanes...
H.B.: ¿Y eso qué tiene que ver? Yo no me alegré de las muertes. Cuando me hablan de esto me hacen acordar al chantaje que siempre hicieron con la hijita de Lambruschini. Es lo mismo. Es la teoría de los dos demonios otra vez. Yo no voy a decir lo que ustedes quieren que diga. Pero mantengo mi posición. Es verdad: me alegré y festejé el hecho de que a este capitalismo salvaje que nos destruye le haya tocado alguna vez. Ellos no me dan lástima. Están cagados de miedo, porque los norteamericanos son un pueblo cobarde y vengador.
¿Todos los estadounidenses? Allá también hay intelectuales críticos, marchas contra la guerra, voces disidentes...
H.B.: Si no es todo, es la gran mayoría. A un pueblo no lo componen Chomsky o Petras. Estados Unidos es el causante de la guerra. Pero, al parecer, nadie lo condena.
Eso no es verdad. La condena es cada vez mayor. No es ése el tema en discusión. La pregunta es si los oprimidos deben utilizar la misma metodología que sus enemigos para liberarse.
H.B.: ¿Pero cómo creen ustedes que se defiende un pueblo? ¿Cómo se hace una revolución? Los pueblos tienen todo el derecho del mundo a levantarse en armas contra sus opresores.
¿Cómo sabe que los atentados fueron hechos por tal o cual pueblo?
H.B.: Yo lo que sé es que éste fue un golpe muy grande contra el imperio. Los norteamericanos nos cagaron la vida, bueno, ya era hora de que pagaran.
Los que están pagando en realidad son los pueblos, y el afgano en primer lugar. ¿No cree que la nueva situación mundial favorece esa tendencia regresiva?
H.B.: No creo. Lo que pasa es que antes todo era muy silencioso y ahora se destapó. Ahora las cosas están claras. La revolución es la única forma de que el pueblo deje de padecer.
Pero ahora todos los que sueñen con revoluciones están en problemas. Estados Unidos tiene la excusa perfecta para acusarlos a todos de terroristas.
H.B.: Eso no es nuevo. Siempre el imperio se dedicó a sofocar las rebeldías. Pero los pueblos no se resignan.