"OTROSÍ" Nro. 23 – octubre del 2000
SIETE VECES NO
SIETE VECES NO
El comandante en Jefe del Ejército general Ricardo Brinzoni acaba de interponer su primer pedido de perdón y el séptimo que su dirigencia le obliga a hacer desde que el anterior jefe tomó tan desdichada iniciativa en abril de 1995. Dando por sentada la sinceridad de esta nueva solicitud –formulada en ocasión de celebrarse el Día de la Infantería- adelantaremos dos reflexiones que se nos ocurren sobre este episodio que es más grave y más de lamentar de lo que se supone.-
En primer lugar la oportunidad elegida no puede ser menos feliz ni propicia. No importa que la intención del alto jefe militar haya sido, como lo declaró, colocarse en línea con la postura de la Iglesia que, a su vez, había solicitado idéntico perdón a Dios –por lo menos no a los terroristas, descendientes y ascendientes- por la intervención que les pudo haber cabido a algunos de sus miembros en la violencia de los años 70.
Semejante actitud de la Jerarquía católica – que, por lo demás, no obliga a nada ni a nadie - es de suyo harto discutible y no tiene porqué forzar al Ejército a hacer lo mismo. Pero si lo hizo fue porque había (y hay) detrás un espíritu que así lo inspira y autoriza, un sentimiento de abdicación, una confusión muy de fondo que empuja a los responsables actuales a replantearse las razones de la guerra subversiva y, en especial, de la antisubversiva; como si sufrieran una mala conciencia que, en definitiva, pone en cuestión la legitimidad de la guerra misma y, más aun, la de los valores atacados y defendidos.
Con declaraciones como la que comentamos el Ejército argentino –que tantas pruebas de coraje y de heroísmo, de vocación nacional, de capacidad de sacrificio y de inteligencia histórica dio durante dos décadas a un alto precio- acepta "empantanarse ", caer en el atolladero que le tendieron sus enemigos de entonces haciendo girar la cuestión total, como si fuera el único o principal aspecto a considerar, en torno al tema de los derechos humanos
¿Cómo insistir en un tema particular olvidando o pasando por alto el central que es el de la subversión en sí y su salvaje utilización del terror indiscriminado? ¿Cómo y porqué admitir tal planteamiento y tal acotamiento de la realidad, cómo no advertir que se trata de una trampa dialéctica de la que no se sale sino en los términos en que el enemigo, derrotado por las armas, quiere, impone y necesita? Así, para decirlo llanamente, se está haciendo el juego al enemigo, tal vez no con la intencionalidad del anterior comandante Balza –un hombre enlodado más allá de lo admisible- pero sí con la frivolidad o, si se prefiere, la superficialidad de sentirse culpable no siéndolo y pedir perdón por haber ganado la guerra.-
Y hay que decirlo de una vez por todas: el problema de la metodología empleada – sin duda cruel pero condigna con el peligro que se enfrentaba, también riesgosa porque daba lugar, como efectivamente ocurrió, a multitud de abusos que por cierto son de lamentar y que requieren justo castigo - debe ser resuelta en un momento más oportuno y propicio, cuando las pasiones, los intereses y las subjetividades se hayan calmado y la sociedad, sin presiones deformantes ni versiones deformadas, pueda contemplar y juzgar lo acaecido. Mientras tanto ahora sólo se procede según el criterio del ocasional e inesperado vencedor en una guerra que dejó de ser militar para convertirse en mediática.-
Por esto es que actitudes como la del general Brinzoni –sin entrar a prejuzgar sobre su buena voluntad o sobre el cálculo político o la preocupación ética que sostienen su comportamiento- debilitan y confunden a la institución y a la población, a los protagonistas de la lucha y a sus testigos.
¡Tender la mano al enemigo vencido que, SOBERBIAMENTE la rechaza! Por ejemplo, apenas pronunciado el espectacular pedido de perdón de los obispos argentinos, las infatigables Abuelas virtualmente también lo rechazaron al declararlo "insuficiente". Es que el enemigo –corporizado y continuado en este tipo de organizaciones oficiales y semioficiales- nunca se dará por satisfecho y siempre esperará y exigirá más.
Por lo tanto es inútil e inclusos suicida aceptar y jugar esa dialéctica de reconocimiento y compensación. Ese enemigo –que tan dispuesto estuvo a envolver al país en un el peor baño de sangre del siglo- no va a aceptar una paz que no le sea entera y definitivamente favorable, no tolerará treguas ni otros resultados que signifiquen el triunfo total. Y por eso es que inventa o fuerza cualquier vía judicial o legal por estrafalaria que sea, como los "juicios de la verdad" y la persecución de militares argentinos por jueces sin derecho, verdaderos perros de presa de una judicatura globalizada. No se detiene ese enemigo-al que el general Brinzoni se esmera en acercarse sobándole el lomo en la esperanza que se reconcilie- ni siquiera ante la violación de nuestra soberanía que es lo que sucede ante la pasmosa indiferencia del gobierno y de la clase política con la detención del mayor Olivera en Italia y del capitán Cavallo en Méjico. Aunque, dicho sea de paso, no es de extrañar que así ocurra puesto que hay ministros como Graciela Fernández Meijide y altos dirigentes como Alfonsín que reclamaron en su momento la intervención de jueces extranjeros para apresar a compatriotas que los habían enfrentado y por este sólo hecho. Este desconocimiento, esta lesión gravísima de nuestra soberanía, ¿no lo afecta, no lo mortifica al general Brinzoni encargado de su defensa?
El Comandante del Ejército debe comprender que la ofensiva no ha cesado, que el desarme moral e intelectual de la institución es precipitado, que el enemigo sigue despierto aunque agazapado y que no tiene la menor intención ni la menor motivación para estrechar la mano que con más ingenuidad que generosidad se le tiende.
DEBE ENTENDER Y ACEPTAR QUE LA GUERRA CONTINUA, bajo otra forma, con otras consignas y otras estridencias y con otros medios pero continúa y es suicida ignorarlo. El Enemigo continúa agazapado y sin pizca de arrepentimiento. Y además ha de entender que somete a la institución de la que es último y real responsable, a una humillación que producirá dos efectos catastróficos: no sólo desmoralizará para el futuro a los soldados sino que ilegitimará retroactivamente la causa bélica invocada. –
EL PODER AL SERVICIO DE LA SUBVERSION
En la historia de la bellaquería argentina, Aníbal Ibarra –jefe de la ciudad de Buenos Aires, notorio izquierdista y escondido beneficiario de las indemnizaciones pagadas a antiguos terroristas- ocupará, luego de su paso por los tribunales romanos, un lugar destacado como pocos.
En efecto, de paso por Italia se presentó ante la justicia de este país para solicitar que se reviera la sentencia que impidió la extradición del mayor argentino Jorge Olivera a Francia. Se basa para sostener su pretensión en que el certificado de defunción de la joven Erize –muerte que le fuera atribuida sin más y en base a dichos de supuestos testigos inubicables- sería falso; se articuló una complicada explicación cuyos vacíos se llenaron con presunciones e imaginación.
No pretenderá Ibarra que se le crea cuando dice estar movido por un afán legalista o por vocación de justicia. Está claro que no son estos los movimientos que sostienen a un hombre tan comprometido ideológicamente con la violencia que el sector al que perteneció (y al que, de alguna manera, aun pertenece) desencadenó cuando él era un joven "romántico" y, por supuesto, bien intencionado.
Sigue siendo un instrumento de esa misma banda, como lo demuestra el comportamiento que indicamos pues, de no ser así, ¿cómo explica su indiferencia, satisfacción o aprobación de lo que jueces como Garzón están llevando a cabo contra ciudadanos argentinos que, por su culpa y prepotencia, tienen a su país como cárcel? Es abogado y sabe (o debiera saber) que no hay en el mundo tribunal con competencia ni jurisdicción para conocer de los delitos –ciertos o presuntos- cometido por argentinos en el territorio nacional, CUALQUIERA SEA LA NATURALEZA DE LOS MISMOS y aun dando por probada su existencia. Y estamos en condiciones de demostrárselo.-
Es siniestro que Ibarra continúe al servicio de su ideario y de su estrategia izquierdistas, que él preferiría que se llame progresista. Prolonga desde su función pública su actuación disolvente de los años en que era estudiante y, luego, fiscal. Un personaje así, que piensa como hombre de secta, no puede hacerse cargo de su responsabilidad de gobernante que, por definición, es responsable del Bien Común y no de la Revolución. Claro que toda la bancada porteña del FREPASO incurre en la misma confusión.-
Fue necesaria la casi pública presión de EE. UU. sobre el gobierno argentino respecto al llamado Plan Colombia para que éste reaccionara –aunque sea aparentemente- ante la denunciada una y otra vez presencia del virtual embajador de las FARC en el país, un tal Calderón y al que nos hemos referido en otra oportunidad.
Es increíble que se haya tenido que llegar a estos extremos para que nuestros infiltrados servicios de inteligencia –llenos de chicos o no tan chicos de la FUBA y de gente del izquierdista Coti Nosiglia, hoy en el centro del poder- hayan advertido y mostrado cierta preocupación (de dudosa sinceridad) por la actividad del personero del terror entre nosotros que no deja de evocarnos nuestros los años de nuestro propio terror.-
Indispensable
Apareció el libro de Carlos Manuel Acuña "Por amor al odio"; un acierto desde su título. No podemos comentarlo por su extensión e importancia aunque lo pensamos utilizar abundante y provechosamente. Es el libro que hacía falta no sólo para los historiadores de mañana sino para los testigos de hoy por lo general tan desorientados. Estudia con abrumadora minuciosidad todo el fenómeno subversivo desde sus orígenes, allá en Sierra Maestra, hasta el golpe del 76. Queda, como se ve, mucho por decir que será materia de una segunda parte que –así lo deseamos- será tan exhaustiva como ésta.-
Nada queda fuera de su enfoque: ni el contexto internacional en que se ubica su génesis ni su semillero ideológico ni sus afinidades y conexiones, métodos y tácticas. Para decirlo todo se trata de un libro indispensable tanto para el estudioso sereno como para el protagonista de cualquier ribera de la guerra.
No se piense ni por asomo que se está ante un trabajo comprometido con alguno de los contendientes ni de posición tomada de antemano; simplemente es un esfuerzo de erudición y síntesis que reúne cuanto material historiográfico pueda interesar, cuanto dato importe, cuanta interpretación corresponda científicamente.
Queremos decir que es exactamente lo contrario de un panfleto – por otra parte, muy voluminoso para serlo- es un aporte serio que a todos hará bien, incluso a los actores del terrorismo marxista de entonces que tendrán así la perspectiva objetiva para meditar su comportamiento y, acaso, para reflexionar sino ética por lo menos políticamente para de esa forma detectar los "errores" cometidos, ellos que, por supuesto, no soportan la noción de pecado.-
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