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miércoles, 12 de agosto de 2009

In Memorian Cnl D. Argentino Del Valle Larrabure


IN MEMORIAN

INVITAMOS:

A Ud. y familia a concurrir al acto que se realizará en conmemoración del 34to. Aniversario del Asesinato de nuestro camarada,
Cnl. D. ARGENTINO DEL VALLE
LARRABURE
El próximo domingo 23 de agosto de 2009 a las 11:00 hs.
En Plaza Mitre Av. del Libertador entre Agote y Rep. Del Líbano (frente Museo B.Artes)

PROMOCION 82 - CMN



En la hoy tan distorsionada década de los ’70, la Argentina era asolada por el terrorismo subversivo, cuya acción criminal se traducía en miles de asesinatos, secuestros, sabotajes y atentados de toda índole. Día a día crecía el número de familias destruidas, y la violencia sistemática e irracional parecía no tener fin.

Como fue reconocido por la Justicia que siguió al Proceso, acá se libraba la peor de las guerras, la guerra revolucionaria, que por su fuerte carga ideológica, resulta más enconada y sangrienta que las contiendas convencionales. El enemigo estaba envuelto en las sombras, o mimetizado dentro de la población a la que había atemorizado.

Dentro del marco mundial de la guerra fría, entonces en pleno desarrollo, las organizaciones subversivas, en especial las dos autóctonas más importantes y combativas, MONTONEROS, y el EJÉRCITO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO (ERP), habían proclamado de modo público y terminante, su intención de tomar el poder por las armas, y convertir a la Argentina en el segundo enclave del totalitarismo soviético en América latina; en una palabra, seríamos una dictadura tipo Cuba.

Por cierto, dichas organizaciones no respetaban el orden democrático, que juzgaban burgués, ni menos los derechos humanos, al presente tan hipócritamente declamados.

La situación se agravó con el fallecimiento del general Perón el 1º de julio de 1974 y entramos a una suerte de caos.

Mientras el país vivía estas dramáticas circunstancias, en un lugar algo alejado del centro de los acontecimientos, en Villa María (Córdoba), el joven mayor ingeniero militar ARGENTINO DEL VALLE LARRABURE, se desempeñaba como subdirector de la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos, sita en las afueras de dicha localidad. Sus funciones específicas eran eminentemente técnicas.

Fue entonces cuando un grupo de terroristas del ERP fuertemente armado, en un sorpresivo y artero ataque nocturno facilitado por la complicidad de un soldado que ofició de entregador, logró copar el establecimiento industrial y secuestrar a Larrabure, tomándolo de rehén.

Así, secuestrado, estuvo mantenido en una “cárcel del pueblo”, en condiciones infrahumanas durante el lapso de más de un año. “Cárcel del pueblo”: sinónimo de tortura moral, tormentos físicos, vejámenes, soledad, tristeza, espera contra toda esperanza.

Los argentinos no debemos olvidarlo, si no queremos repetir la experiencia

Calvario atroz. Nos han quedado sus escuetas comunicaciones entre el joven militar y padre, a su familia. Sus cartas, sus papeles, su diario personal (publicado en la revista “Gente” dos años después de su muerte), sus mensajes plenos de profundo humanismo, amor a Dios, a sus seres queridos, al Ejército y la Patria, por quienes en definitiva entregó su vida. Todo ello sublimado por las atroces condiciones en que transcurrían sus días.

A veces compartió la prisión con empresarios secuestrados (y que previa pago del rescate fueron luego liberados), quienes han transmitido su testimonio de resistencia y heroísmo, y narraron que para darse fuerza cantaba el Himno Nacional.

Eligió ser mártir, pues ante el ofrecimiento de trabajar como asesor químico en las fábricas clandestinas de armamento para la guerrilla, se negó rotundamente y asumió las consabidas consecuencias.

Sin embargo, su excepcional calidad humana y su profunda fe cristiana, lo llevaron a dejar escrito a sus hijos que debían perdonar a sus enemigos, aún cuando ocurriera lo peor.

Su cuerpo dejó el testimonio del horror. Para Larrabure no hubo derechos humanos, ni obviamente algún asomo de justicia. El 23 de agosto de 1975 terminó ahorcado y tirado en un zanjón.

Sus hijos y nietos, su familia, sus amigos, sus compatriotas sabedores de su historia, y sus compañeros de la Promoción 82 del Colegio Militar, le rinden así un emocionado homenaje a su memoria, a treinta y cuatro años de su muerte.

Cuando nació, su padre dijo: “Este hijo se llamará Argentino y será para la Patria”. ¡Y así fue!

Hoy hay quienes tendenciosamente quieren olvidarlo, pero mientras haya en esta tierra civiles y soldados con conciencia y con honor, ello será en vano, pues los héroes mueren físicamente, pero muertos viven para siempre en la memoria y para ejemplo de su pueblo.

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