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miércoles, 24 de marzo de 2010

Reflexionemos, entonces...

Reflexionemos, entonces...
Por Carlos Mira
www.notiar.com.ar



Minutos después de que Héctor Baldassi suspendiera el superclásico entre Boca y River el domingo pasado, y cuando parecía que la continuación del partido se produciría durante el feriado de hoy miercoles, el ministro del Interior Florencio Randazzo salió a decir que, si bien la norma que establecía el feriado no lo prohibía, a él le parecía inadecuado que una jornada que debía dedicarse a la reflexión se utilizara para jugar un partido de fútbol.
Más allá de que hoy se jugaron otros partidos oficiales de la AFA y de la Copa Santander Libertadores (con lo que habría que preguntarse si hay "reflexiones" más chicas que otras o si en realidad lo que se perseguía era que el canal oficial pudiera cumplir con la pléyade de trasmisiones de actos que tenía preparadas para hoy) lo cierto es que la "reflexión" en sí es un camino que se comienza y que uno no sabe a ciencia cierta cómo y donde termina; la verdadera reflexión, la que es libre, abierta, sin preconceptos y la que no se ensaya como una justificación a un pensamiento que ya se tenía atornillado antes de comenzarala, es un derrotero etéreo que va tomando forma a medida que se avanza en ella, con la mente clara y lo más cerca posible de un justo medio.
Salvo, claro está, que el ministro se este refiriendo a un tipo de "reflexión" que no sea ésta, sino más bien un acto de reafirmación de posiciones propias que no dé lugar a la discusión o a la rebelión contra "verdad revelada". Si asi fuera, Randazzo, la "reflexión" no sería necesaria porque su final se conocería de antemano, con lo cual su sugerencia a la no contuniudad del superclásico habría estado de más.
Reflexionemos entonces sobre lo que sucedió y lo que siginfica el 24 de marzo de 1976. Tratemos de hacerlo reuniendo la mayor cantidad de hechos objetivos posibles, sin preconceptos y sin prejuicios ideológicos.
Ese día un golpe militar desplazó del gobierno a María Estela Martinez de Perón. "Isabelita" era quien había quedado al frente del poder ejecutivo luego de que su esposo, el General Perón, el presidente que más votos recibió en la historia del país, muriera el 1 de julio de 1974.
El arco opositor político había declarado públicamente "que no tenía soluciones"para la crisis del gobierno, aunque faltaban apenas meses para las elecciones.
La situación económica era calamitosa. El ministro Celestino Rodrigo había tenido que sincerar de golpe una olla a presión creada por la falsedad de las variables económicas mantenidas por la fuerza de la mentira y con ello había provocado una inflación descomunal con ajustes de precios y salarios que superaron el 500%.
Desde hacía cuatro años un cuadro de guerrilla revolucionaria venía desarrollando una actividad impiadosa de muerte, secuestros, tomas de pueblos, desapariciones de personas, ataques a instituciones públicas, de seguridad, a jueces, empresarios, dirigentes sindicales, más la cantidad de inocentes que morían sin sentido por hallarse en el lugar equivocado en el momento justo.
La vuelta de Perón había producido un fenomenal enfrentamiento en las cercanías del Aeropuerto de Ezeiza, donde el General finalmente no pudo aterrizar, siendo desviado a Morón. La víctimas de aquella batalla es el día de hoy que no se conocen a ciencia cierta, menos aun la forma en que muchas de ellas murieron.
Durante un uso de licencia de la presidente Martinez de Perón, el presidente provisional del Senado, en ejercicio del poder ejecutivo, firmó un decreto mandando a las Fuerzas Armadas a tomar intervención en la lucha contra la guerrilla armada hasta producir su "aniquilación".
Miles de argentinos emigraron en aquella época, rodeados del miedo que significaban las amenazas de muerte, los secuestros y la penuria económica. Muchos de ellos jamás regresaron. La sensación de anarquía generalizada estaba en boca de todos. La propia sociedad reclamaba la toma de conciencia de alguien para evitar que nos siguieramos matando unos a otros.
Ese era el marco de vida en 1976. No había allí una dictadira impiadosa en manos de un cabo devenido a Emperador que, sin derecho alguno, hubiera monopilizado los resortes del Estado y desde allí, como si fuera Idi Amin Dada o el Kehmer Rouge, hubiera dispuesto el exterminio de medio país.
Quien gobernaba, repito, era la integrante de la fórmula presidencial que había recibido más votos en la historia del país. Sin embargo, en la vereda, por la decisión unilateral de un conjunto de alinenados que habían decidio por su solo arbitrio jugar a los soldaditos con gente de verdad, la gente volaba por los aires a fuerza de bombazos.
El método cruel que dispuso utilizar esta gente fomentó un caldo de cultivo de odio que seguramente comenzó a fermentar bien antes de que Isabel abandonara la terraza de la Casa Rosada en helicóptero aquel 24 de marzo.
En ese contexto entonces las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno y se hicieron cargo del poder. De allí en más la Argentina ingresó en una contraoscuridad profunda, tan profunda y oscura que mucha parte de la sociedad no veía ni sospechaba lo que ocurría. La venganza militar de los militares y de las fuerzas de seguridad fue terrible en el país.
El "aniquilamiento" que firmó Luder se tomó al pie de la letra y, desde el gobierno, se dispuso un operativo para hacer desaparecer de la faz de la Tierra a todas las células terroristas que actuaban en el teritorio con más sus conexiones directas e indirectas para que de ellas no quedará ni el olor. La tarea se realizó obviamente al margen del Derecho de los tribunales. No fue aquella una decisión que tuviera en mente la noción de la ley.
La respuesta a la acción de las milicias irregulares que habían asolado a la Argentina fue feroz e ilegal, obviamente en manos de un gobierno que, de por sí, no era el fruto del Derecho. Miles murieron como consecuencia de ese desborde. No se sabe cuántos.
La investigación que culminó la Comisión designada por el presidente Alfonsín (conocida como "Nunca Más") documentó la muerte de más de 8000 personas. El cliché que otras organizaciones lograron imponer en el imaginario público habla de 30.000.
Pero lo cierto a la hora de "reflexionar" acerca de hechos tan negros es que no se puede comenzar dicho análisis con la negación de la verdad histórica, si no es a riesgo de tergiversar toda conclusión.
Algunos analistas lanzaron entonces la llamada "Teoría de los dos Domonios", dando a entender que dos bandos al margen de la ley habían provocado la división, el odio y el resentimiento que dirigió al país a lo que todos conocemos.
Los detractores de esa teoría han argumentado que no puede ponerse en un pie de igualdad los crímenes cometidos por el Estado y los que cometen ciudadanos comunes que, en definitiva, deberían juzgarse por las normas del derecho penal común. Este es un argumento sólido que, sin embrago, peca de incompleto. ¿Por qué?
Porque vuelve a olvidar el contexto y las propias condiciones impuestas por las agrupaciones beligerantes de los '70. Los primeros que se habrían considerado ofendidos si se los hubiera entendido como "ciudadanos comunes" infringiendo unas cuantas normas del Código Penal, habrían sido los propios integrantes de aquéllas organizaciones. Ellos, para ellos mismos, no eran ciudadanos comunes y, mucho menos, "delincuentes" comunes.
Ellos eran combatientes, integrantes de ejercitos con bandera, uniforme, armas,grados, comunicaciones, logítica y en ciertos casos reclamantes de un terrotorio propio (el de una específica región tucumana).
Los primeros en entablar el enfrentamiento en términos de "guerra", desde el punto de vista de las operaciones, la terminología, el lenguaje y las acciones, fueron las organizaciones guerrilleras que habían comenzado su lucha contra el orden establecido mucho antes del 24 de marzo.
Esta fecha no es una fecha "inicial", es una fecha "intermedia" de la enorme noche argentina: hubo hechos antes y después de ese día de los que nos tenemos que arrepentir.
Mientras ese arrepentimiento completo no llegue y, al contrario, se estimule una visión sesgada de la realidad, la sociedad argentina no tendrá los beneficios de la reconciliación y de la paz. "Ni olvido ni perdón" es el lema de muchas organizaciones que consideran que aqui hubo un genocidio unilateral. Del otro lado miles de víctimas piden que se las reconozca y se las considere como tales. Con esa intransigencia el país no tendrá futuro.
¿Cuál es el horizonte ideal que los primeros sueñan?, ¿el exterminio completo de los segundos?. Eso no ocurrirá porque los segundos saben que también sufrieron, que también los mutilaron, que también los mataron. Nunca admitirán que sus muertes fueron menos "humanas" que las muertes de las organizaciones de izquierda.
Algún intento en el sentido de dejar atrás estas negruras se quisieron hacer en la Argentina. Los presidentes Manem y Alfonsín intentaron adecuaciones de la ley a ambos bandos. Alfonsín juzgándolos y Menem anmistiándolos. Menem llegó a transformar en funcionarios de su gobierno a hombres que habían estado en las antípodas durante el gobierno militar, como, por ejemplo, Perdía y Vaca Narvaja por un lado y el mismísimo Domingo Cavallo (Presidente del BCRA en 1982) por el otro.
Pero esos embriones se tumbaron por el contrataque del rencor. Inexplicable e innecesariamente las condiciones del odio fueron traídas de vuelta al primer plano como si el ejercicio de la cicatrización le estuviera prohibido a los argentinos.
Nadie en su sano juicio puede creer que cualquiera de los dos "medios países" se allanará unilaterlamente a las afirmaciones del otro medio si no es que el primer medio este dispuesto a allanarse a las afirmaciones del segundo. Sin ese allanamiento mutuo la tensión seguirá.
Es más, se acentuará.La primera tarea de cualquier gobierno de buen corazón y bien intencionado para TODOS los argentinos debería ser estimular ese allanamiento. Su objetivo debería ser el derribar las barreras del rencor y abrir el paso hacia el futuro, cicatrizando las heridas del pasado. Esas cicatrices no llegaran sin olvidos mutuos.
La noción de que cada hecho sea juzgado para que tenga una reparación de la Justicia (algo asi como "sin Justicia no hay perdón) es falso. Tiene obviamente un indudable apelativo a primera vista, porque suena razonable que la paz sea la consecuencia de que todos hayan pagado sus tantos frente a la Justicia. Pero a más de 40 años de aquellos hechos, la paz por la via de la Justicia completa puede evadirse para siempre de la Argentina. Y puede no llegar nunca si, justamente, la persecución de la veradad COMPLETA, esta prohibida de antemano.
Por eso si los partidarios de la condena al accionar militar no estan dispuestos a reconocer los pecados propios pero, al mismo tiempo, tienen hoy una vocación verdadera por la paz, lo mejor que pueden hacer es dejar de estimular un recuerdo tuerto y propender a que el tiempo haga su trabajo en las atribuladas mentes argentinas.
Esa si será una contribución que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos les agradecerán. Si no fueron capaces de plantear el juzgamiento completo de una época atroz, al menos se los recordará por haber tenido el tino de no seguir alimentando una división tan inútil como artificial.
carlosmira@bizmailer.biz


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